Ciencias Sociales y Filosofía:

una reflexión sobre algunas ideas de Peter Winch

 

 

Por:

Pedro Eliecer Cadenas

Master en Gerencia Financiera

Maestrando en Filosofía y Ciencias Humanas

pelicaf@yahoo.com

 

 

“One seems forced to choose between the picture of an elephant wich rest on a tortoise (What supports the tortoise?) and the picture of a great Hegelian serpent of knowledge with its tail in its mouth (Where does it begin?). Neither will do”.

                Wilfrid Sellars

 

1.- Introducción

 

El presente ensayo tiene la finalidad de ubicar los argumentos centrales de la obra de Peter Winch llamada “La idea de una ciencia social y su relación con filosofía[1], para analizarlos brevemente y poder destacar la enorme importancia que considero tienen estas ideas para una mejor comprensión acerca de los problemas que debe enfrentar cualquier persona que intente estudiar algún fenómeno social. A pesar de las innumerables metodologías disponibles para desarrollar diferentes clases de estudios sociales[2], ninguna de ellas parece responder satisfactoriamente al enorme desafío que se le presenta al investigador cuando trabaja en el campo de las ciencias humanas; desafío que es abordado por Winch a partir del papel que juega la filosofía en estos contextos y del vínculo que ambas disciplinas mantienen con el lenguaje. Vale la pena mencionar que las ideas del autor no pretenden servir de respuesta metodológica a la compleja configuración epistemológica presente en las ciencias sociales[3], creemos más bien que su intención tiene que ver con una invitación a reflexionar sobre la naturaleza de dicho desafío.  

 

Peter Winch fue discípulo del conocido filósofo Ludwig Wittgenstein y elaboró valiosas contribuciones sobre los escritos de este importante pensador vienés. Por ejemplo, vale la pena mencionar que fue uno de los primeros en defender la tesis de continuidad en el pensamiento de su maestro dentro de sus dos grandes obras, el Tractatus-Logico-Philosophicus[4] y Las Investigaciones Filosóficas[5], tesis que está reflejada en Introduction to Studies in the Philosophy of Wittgenstein (1969)[6] y que claramente contrasta con las ideas prevalecientes en aquella época en la que era común defender una postura contraria, es decir, la existencia de dos Wittgenstein claramente diferenciados. La obra de Winch (2003) que analizaremos en el presente artículo es uno de los trabajos más influyentes dentro de lo que se conoce como “los pequeños libros rojos” que publicaron los discípulos de Wittgenstein a final de los años 50 y principio de los 60[7], donde se aprecia claramente la influencia de éste último en el desarrollo de los análisis presentados. El trabajo de Winch  ha sido objeto de críticas por parte de gran cantidad de científicos sociales y ha sido elogiado por una minoría, por su sensibilidad hermenéutica. Buena parte de las críticas formuladas contra el  libro fueron esclarecidas en el prefacio que realizara el autor a la segunda edición del libro y, otra parte de ellas consideramos que vienen fundamentadas, en la mayoría de los casos, por la falta de importancia que se le suele otorgar a la filosofía dentro de las ciencias sociales. Resaltaremos la última suposición porque es un punto que desarrolla Winch al principio de su obra y que es fundamental para comprender su tesis central. En este sentido, y aún cuando el autor desarrolla varias líneas argumentativas que facilitan la comprensión de sus ideas[8], nos concentraremos en dos aspectos centrales de su trabajo que serán clasificados como: el desprestigiado papel de la filosofía y el papel del lenguaje.

 

2.- El desprestigiado papel de la filosofía

 

Generalmente es posible apreciar que en el campo de las ciencias sociales la filosofía no goza de suficiente fama como para considerar la enorme relevancia que ésta tiene para ellas. Para muchos, los avatares filosóficos resultan poco prácticos y hasta inútiles en el avance del conocimiento de éstas disciplinas las cuales, por su interés inmediato con los hechos reales de la vida del hombre, ven los problemas filosóficos cubiertos de un grueso manto etéreo, percibiéndolos tan alejados de los cánones de certidumbre establecidos que terminan por considerarlos, incluso, como un estorbo para las mismas finalidades que persigue. No es difícil apreciar que las ciencias sociales reflejan un continuo afán por emular los métodos cognitivos de las ciencias naturales como único camino posible de certeza y prestigio intelectual. Desde la primera vez que se habló de sociología en el siglo XIX ya se le vinculaba con una visión positivista del conocimiento, en efecto, no fue sino Auguste Comte (2002) quien dejara establecido esta línea de pensamiento que de alguna manera seguiría siendo desarrollada por pensadores de la talla de Emile Durkheim, Karl Marx, Max Weber y Vilfredo Pareto, entre otros. Se puede decir que desde sus inicios las ciencias sociales han seguido los pasos de las ciencias naturales. Tal como el mismo Comte señaló: “Ahora que el espíritu humano ha fundado la física celeste, la física terrestre mecánica o química, la física orgánica, vegetal o animal, fáltale completar el sistema de las ciencias de la observación fundando la física social”[9].  Esto quiere decir que la observación y la experiencia como guías de las ciencias naturales son, en consecuencia, también las guías que deben sostener a la investigación social dentro de un contexto donde prevalezca cierta precisión y certeza en los hallazgos de conocimiento.

 

En el caso de la economía, por ejemplo, ésta tuvo una enorme influencia del llamado proyecto moderno de la ciencia a través de la física newtoniana, lo que le permitió poder explicar complejos fenómenos que comenzaron a abordarse a partir de la escuela clásica, y cuyo estilo se ha desarrollado hasta nuestros días en la tradición intelectual predominante del pensamiento económico moderno, conocido como el modelo neoclásico[10]. Por esta razón, hoy en día, es posible apreciar con facilidad  en las ciencias económicas un predominio de un enfoque de orden cuantitativo sobre cualquier discurso que tenga fundamento en un enfoque de orden cualitativo. Esta visión parece dar la idea de que la verdad tiene atributos de exactitud, lo cual no es necesariamente cierto porque “una verdad puede ser muy exacta y ser, no obstante, muy poco verdad”[11]. Sin embargo, quisiera mencionar que no se trata de desechar un enfoque en beneficio de otro, tal como ha señalado el Premio Nóbel de Economía Amartya Sen[12]; más bien el enfoque cuantitativo tiene una importancia tremenda para comprender complejas relaciones que se dan en economía y que no deben ser ignoradas, pero en definitiva no podemos concentrarnos en un solo lado de la moneda  si queremos acercarnos hacia una comprensión menos ingenua. Una de las formas de iniciar este camino es otorgando mayor importancia a los problemas filosóficos, los cuales descansan sobre un contexto donde predomina principalmente un discurso cualitativo,  y a la forma en que éstos se relacionan con las demás áreas del saber, en especial con las ciencias sociales.

 

El desprestigio que goza la filosofía para acometer dicha tarea es asociado por Winch por una forma equivocada de entender la disciplina filosófica, forma que él denomina la concepción poco elaborada de la filosofía (The Underlabourer Conception of Philosophy) y que tiene sus raíces en pensadores como John Locke[13]. Según esta concepción, el papel de la filosofía se limita a remover los obstáculos  que se encuentran en el camino hacia el conocimiento, es decir, se le otorga un papel puramente negativo a la filosofía al no considerar que ella tenga por sí misma algún tipo de contribución positiva al entendimiento del mundo que nos rodea. En este sentido, la  filosofía tiene una funcionalidad parasitaria sobre otras disciplinas, sin ningún objetivo que le sea propio. El avance del conocimiento, de esta forma, descansa sobre los métodos de la ciencia que se encuentran basados en la observación y la experiencia, considerándolos como los únicos instrumentos fiables que permiten entender la realidad.

 

Es curioso observar que, por lo general, estos métodos no son cuestionados ni tampoco se suele dilucidar sobre el significado de la  realidad o si ésta puede presentarse en términos inteligibles. Estas nociones se dan por sentadas, razón por la cual ni siquiera se piensa en ello al desarrollar una investigación de este tipo. Como dijera Ortega y Gasset (1999), “Todo idea es pensada y todo cuadro es pintado desde ciertas suposiciones o convenciones tan básicas, tan de clavo pasado para el que pensó la idea o pintó el cuadro, que ni siquiera repara en ellas y por lo mismo no las introduce en su idea ni en su cuadro, no las hallamos puestas sino precisamente supuestas y como dejadas a la espalda”[14].

 

Dicho esto, la pregunta que podría surgir de inmediato sería ¿es realmente importante reparar en los supuestos? y a mí se me antoja que la respuesta a esta pregunta es bastante obvia dado el enorme peso que ello representa en nuestra tradición intelectual occidental[15]. Justamente, la necesidad de las ciencias sociales de emular los métodos de investigación de las ciencias naturales reside en el hecho de poder otorgar un estatus de prestigio a los hallazgos de las primeras, en poder conferirle un título honorífico a sus logros cognitivos. No se puede olvidar que para nuestra tradición occidental es importante poder distinguir lo que es genuino conocimiento de lo que es mera opinión, incluso usualmente soportamos nuestros argumentos con enunciados como “eso está demostrado científicamente” para evitar cualquier duda de que eso que señalamos sea así o para comprobar  que eso que decimos es la verdad y no mera opinión. Si existe un valor evidente en nuestra tradición intelectual sobre el papel del conocimiento, entonces, no reparar en los supuestos que se encuentran detrás de los modelos cognoscitivos de las ciencias sociales o no detenerse a dilucidar los conceptos de verdad y realidad, resultaría en una salida bastante contradictoria. Y el afán de certeza no debería nublarnos de este ejercicio porque seguramente el costo que tendríamos que asumir sería excesivamente elevado. Recordemos que certeza y exactitud no son necesariamente atributos de la verdad, ni deberían ser los únicos parámetros de orientación epistemológica[16]

 

De esta forma, la disciplina filosófica asume este reto desde la reflexión de la epistemología y de la metafísica, de modo que si hemos de reparar en la necesidad de dilucidar qué es conocimiento o qué significa “realidad y verdad”, no podemos darle la espalda. Creemos que las ideas de Winch toman un peso muy importante porque permiten iniciar un camino de reflexión filosófica hacia un “conocimiento” menos ingenuo y menos dogmático en el terreno de las ciencias sociales. Según afirma el autor, uno de los impedimentos que existe para iniciarnos en este camino es la errónea creencia de que la filosofía y  la ciencia deban competir en el mismo terreno[17]. Si analizamos esta idea con detenimiento podemos darnos cuenta de su absurdidad porque es imposible que la ciencia con sus métodos experimentales a posteriori pueda compararse con el método a priori que caracteriza a la filosofía. Cuando hablamos de la realidad, “No se trata de una pregunta empírica del todo, sino de una pregunta conceptual. Tiene que ver con la fuerza del concepto de realidad. El atractivo de los resultados de un experimento traen necesariamente esta importante pregunta, dado que el filósofo tenderá a preguntarse bajo qué moneda se toman estos resultados para aceptarlos como reales. Por supuesto, esto simplemente desespera al científico – adecuadamente, desde el punto de vista de sus propios objetivos e intereses. Pero la fuerza de la pregunta filosófica no puede ser atrapada en términos de preconcepciones de la ciencia experimental. No puede ser respondida generalizando desde instancias particulares porque una respuesta particular a la pregunta filosófica está ya implicada en la aceptación de tales instancias como reales”[18].               

 

Winch señala que el papel de la filosofía no es demostrar el concepto de externalidad o el concepto de realidad sino el de dilucidar estos conceptos. Dicho esto, veamos la misma idea del párrafo anterior pero desde una perspectiva ligeramente diferente: la idea de pensar que la ciencia está identificada con la certeza y la rigurosidad de las previsiones parece chocar con la filosofía en el momento que ella misma admite que, en palabras de Ortega y Gasset, “el mundo sea un problema en sí mismo insoluble”[19]. Nuevamente estas dos perspectivas apuntan, prima facie, a la aparente imposibilidad de conciliar ambas disciplinas y, una vez más, debemos recordar que sería un acto de fatuidad pensar que éstas puedan competir en un mismo terreno dada su enorme dificultad de comparación. Incluso, pareciera que quienes defienden esta idea consideran como único camino lógico el forzar a las ciencias sociales hacia los dominios de disciplinas que gozan de mayor prestigio y, esto apunta a no pasearse por la posibilidad de pensar, como Michel Foucault (2003)[20], en que estas ciencias se caracterizan, justamente, por la dificultad que representan al momento de localizarlas epistemológicamente. Si, por ejemplo, estas ciencias basan exclusivamente sus investigaciones en medios empíricos u observacionales sin ninguna reflexión sobre qué cosa es lo que están observando, esto pondría a sus hallazgos en una situación de peligrosa precariedad epistémica. Preguntémonos por un instante lo que significaría estudiar el comportamiento social sin saber a qué nos referimos con este concepto ¿Cómo podríamos saber lo que estudiamos? ¿Cómo podríamos acercarnos a nuestro objeto de estudio? ¿Cómo podríamos sumergirnos en él? Estudiar las implicaciones de este concepto es un camino que debe recorrerse a priori porque no nos viene definido desde fuera, y este tipo de recorrido es a todas luces un camino filosófico. De manera tal que cuando hablamos de dilucidaciones de conceptos, llámese realidad, llámese comportamiento social o llámese conocimiento, nos encontramos con la idea del rol central que le corresponde al lenguaje tanto desde un punto de vista epistemológico como desde un punto de vista filosófico.

 

3.- El papel del lenguaje

 

 Es importante advertir sobre la denodada tarea que nos proponemos a continuación para desarrollar con un mínimo de claridad y suficiencia el papel del lenguaje en la filosofía y en las ciencias sociales dado el poco espacio restante con el que contamos, y lo difícil que puede resultar la tarea de incitar los pensamientos propios del lector sobre un tema que no puede ser informado sino solamente pensado por sí mismo[21]. Sin embargo, esperamos poder señalar, muy sucintamente, algunas de las ideas básicas que dibuja Winch en su trabajo.

 

Dilucidar sobre la inteligibilidad de la realidad es un proceso, como se ha dicho con anterioridad, que no puede ser llevado a cabo a través de terrenos puramente experimentales. Dilucidar sobre la realidad es un proceso que tiene que ver en mayor amplitud con el lenguaje. En el momento en que percibimos lo que llamamos realidad a través de cualquiera de las vías que humanamente estén a nuestro alcance, sentimos un imperioso impulso por corroborar nuestras apreciaciones con el resto de las personas. Si los científicos no tuvieran un conjunto de creencias que les permitiera comunicar sus hallazgos y que les proporcionase un medio de consenso, entonces cualquier descubrimiento quedaría completamente en el aire, es decir, sería pura arbitrariedad carente de toda relevancia para la sociedad[22]. El reconocimiento entre los hombres de ciertas convenciones es precisamente lo que nos permite conducirnos en nuestras vidas, es decir, que actuemos según lo que consideramos como realidad y ajustemos nuestras acciones a esta creencia. Estos parámetros por los cuales se conduce el hombre no caen del cielo por azar sino que son, a la vez, el producto y la materia prima de las mismas interrelaciones sociales que se dan entre los seres humanos. En otras palabras, el hombre configura su realidad a través del proceso social del cual forma parte y donde el lenguaje es el piso que sostiene esta actividad. El lenguaje no sólo representa el único medio para construir un campo discursivo que facilite la comunicación y el entendimiento, sino que mediante su utilización construimos nociones de realidad que son en definitiva la guía de nuestro comportamiento.

 

Antes de continuar con la idea anterior es importante señalar brevemente que esto no debe confundirse con la idea de que sólo es posible alcanzar algún tipo de entendimiento mediante el lenguaje. Es evidente que es posible imaginar un tipo de entendimiento que no provenga de la explicación[23] (y por ende del lenguaje), pero lo que si no es posible imaginar es que exista una explicación cuya razón de ser no sea el entendimiento. En otras palabras, si existe explicación ésta se encuentra claramente conectada con la idea de entendimiento, y a su vez ésta no puede prescindir de la idea de comunicación y por tanto no puede prescindir tampoco de la idea del lenguaje.

 

Parece totalmente imposible separar el mundo que el investigador trata de describir, del lenguaje a través del cual logra describirlo, es decir, el mundo que el investigador comunica no puede prescindir del lenguaje que utiliza para tal fin, como tampoco un ser social puede prescindir del lenguaje para configurar su realidad. En las famosas palabras de Wittgenstein, “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo”[24]. De esta forma queda dibujada la posibilidad de empezar a reflexionar sobre la relación del lenguaje con lo que concebimos como realidad y, en consecuencia, poder apreciar el rol fundamental que esta idea tiene para las ciencias sociales. Tal como señala Winch, “Las relaciones sociales del hombre con sus semejantes son permeables con sus ideas acerca de la realidad. De hecho, ‘permeable’ no es una palabra lo suficientemente adecuada: las relaciones sociales son expresiones de ideas acerca de la realidad…De nuevo, un monje tiene ciertas relaciones sociales que le son propias con sus semejantes (otros monjes) y con las personas fuera del monasterio; pero sería imposible dar cuenta, más que de manera superficial, de esas relaciones sin tomar en consideración las ideas religiosas que rodean la vida en la cual el monje se desenvuelve”[25]. Ahora bien, si se cree que esto es fácilmente resuelto analizando el lenguaje vía estructuras lógicas, es necesario señalar que esto no resulta ser un criterio suficiente para describir la realidad, tal como supusieron los integrantes del Círculo de Viena, porque el lenguaje no es una estructura fácilmente reducible a términos lógicos y además tiene la particularidad de no ser una estructura fija, sino al contrario es más bien una estructura cambiante. Seleccionar un análisis como el desarrollado por los positivistas lógicos supondría poder separar el significado de las palabras en el lenguaje de los hechos empíricos y supone además la posibilidad de construir enunciados significativos que pueden ser referidos a experiencias inmediatas. Un camino de esta naturaleza tiene severas limitaciones e incluso, como ya ha señalado W.V. Quine (1980) en su famoso trabajo denominado los Dos dogmas del empirismo[26], se encuentra fuera de todo posible fundamento.   

 

La vía de reflexión, escogida por Winch, acerca del lenguaje y de la discusión de cómo el entendimiento del hombre acerca de la realidad arroja luz sobre la naturaleza de la sociedad y de las relaciones entre los hombres, es la misma que desarrolla  L. Wittgenstein en sus dos obras más importantes, particularmente en sus Investigaciones Filosóficas. Dicha vía queda señalada en este último libro a través del debate sobre el concepto de seguir una regla (following a rule) que va ser un punto central en el trabajo de Winch y que señalaremos someramente a continuación.

 

3.1.- El concepto de seguir reglas

 

El seguir una regla es un concepto importante para empezar a adentrarse en las discusiones sobre el lenguaje porque permite dilucidar la idea de cómo es posible que los hombres logren entenderse entre sí. Por ejemplo, si digo una palabra cualquiera como “taza”, ¿cómo se puede explicar que otra persona logre comprender a  qué cosa u objeto me estoy refiriendo?, una respuesta bastante obvia sería que soy capaz de utilizar la palabra del mismo modo que la utilizan las demás personas para referirse a un objeto particular que tiene ciertas características, lo cual me permitirá utilizarla en el futuro para referirme al mismo objeto. Este sería un ejemplo de una definición ostensiva y  es lo que utiliza San Agustín en sus Confesiones para explicar el lenguaje, tal como señala Wittgenstein al inicio de sus Investigaciones Filosóficas[27]. Sin embargo, es importante señalar que el lenguaje no funciona de esta forma simplificada porque existen distintos tipos de palabras y distintos tipos de uso que no pueden ser explicados de la manera en que San Agustín habla del lenguaje[28]. Ahora bien, no desarrollaré esta idea para no desviarnos del concepto de seguir una regla y para que veamos que todavía cabe preguntarse qué significa utilizar la palabra del mismo modo en que la utilizan las demás personas o qué significa utilizar la palabra del mismo modo en la que ha sido definida socialmente. Utilizarla de la misma forma que en la definición supone la posibilidad de determinar formas correctas de uso de formas incorrectas de uso, es decir, o se utiliza la palabra de la misma manera que en la definición o se utiliza de modo distinto. Pero definir con precisión qué significa utilizar la palabra de la misma manera que en la definición no es ninguna tarea sencilla de explicar. La razón de ello, señala Winch se debe a que “…la particular interpretación que se le puede asignar a las palabras ‘lo mismo’ depende del contexto en cual surja la pregunta”[29]. Existen palabras que se escriben igual pero con diferentes significados según la región geográfica en que se use, esto pudiera ser un muy básico ejemplo de que el uso de las palabras y su significado dependen del contexto. El significado de las palabras, incluyendo la palabra “lo mismo” depende del medio en el cual fue desarrollada (y se desarrolla)  y del medio en el cual se utiliza. “Por supuesto, lo que nos confunde es la apariencia uniforme de las palabras cuando las escuchamos o cuando las encontramos talladas o escritas. Pero su aplicación no se nos presenta de manera tan clara. ¡Especialmente cuando estamos haciendo filosofía!”[30].

 

Esto equivaldría a decir que las palabras tienen diferentes aplicaciones y que todas ellas no responden a una sola regla general, ni vienen dadas de una forma clara. Se trata de un aprendizaje que viene dado con la práctica y que recuerda de alguna forma a Thomas S. Kuhn cuando se refiere a la formación de un científico dentro de un determinado paradigma, donde las reglas no les vienen dadas de antemano sino que van siendo incorporadas por el científico como quien se inicia en un oficio, es decir, por inmersión y práctica en una actividad[31] . Sin embargo debe existir algo que oriente al científico y que le permita manejarse en su área de trabajo, del mismo modo que el hombre necesita de ciertas reglas que le permitan utilizar el lenguaje correctamente para lograr comunicarse con las demás personas[32]. ¿Por qué? Porque de lo contrario no existiría una regularidad que permita un reconocimiento en el futuro. Imaginase, por ejemplo, que el significado de las palabras cambie todos los días, esto resultaría en una situación que imposibilitaría la comunicación y el entendimiento, por ende, imposibilitaría la actividad epistemológica y la actividad de las interrelaciones sociales. Las reglas permiten que exista una base a partir del cual reconocernos y reconocer nociones de realidad que orienten nuestro comportamiento. En consecuencia, los conceptos de realidad y comunicación residen en el reconocimiento de las demás personas, en un proceso que es en sí mismo una función social y del cual, por cierto, podríamos señalar la imposibilidad de idear ningún tipo de regla personal sin antes haber experimentado algún tipo de interrelación social o de haber experimentado un uso de reglas[33]. Empero, la dificultad del problema  reside en la determinación de estas reglas porque no se nos presentan de manera explícita y, la dificultad de hacerlas visibles son infinitas si hacemos alusión a la fábula de Lewis Carroll de Aquiles y la Tortuga. Podríamos señalar a manera de comentario  que la complejidad de explicitar las reglas del uso del lenguaje, es comparado por Wittgenstein con la dificultad de establecer las reglas de los juegos en general[34].     

 

Tan sólo se ha querido señalar estas ideas de pasada para llegar al cierre del ensayo y al argumento central de Winch[35]: Una de las bases del conocimiento científico se encuentra ubicada en el estudio de las regularidades y, a diferencia del científico natural donde su trabajo depende de su relación con su objeto de estudio y de su relación con los demás científicos, al científico social se le presentan otras dificultades. Éste último no sólo maneja las reglas (no explicitadas) que le permite realizar sus investigaciones dentro de una determinada tradición discursiva de las ciencias sociales, sino que además debe estar en la capacidad de adentrarse en la forma de vida que caracteriza las interrelaciones humanas que conforman su objeto de estudio. Este proceso no es tan sencillo como parece y la herramienta principal que se requiere para ello, viene de la mano de la reflexión filosófica sobre el lenguaje y de sus posibles implicaciones epistemológicas.

 

Bibliografía

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Web:

 

 

 

 


[1] Winch P., The idea of a social science and its relation to philosophy, Routledge, London, 2003.

[2] Del mismo modo que Winch  nos referiremos a las ciencias sociales de manera general sin que esto signifique ignorar sus indudables diferencias metodológicas y sus distintas finalidades (p. 136). Sin embargo, en aquellos momentos que debamos recurrir  a casos particulares de alguna ciencia social para abordar algunos de los problemas señalados por Winch en contextos más específicos, nos apoyaremos en las ciencias económicas debido al mayor grado de familiaridad que guardo con ellas en relación al resto de las grandes áreas de investigación social.

[3] Sobre los problemas epistemológicos de las ciencias sociales y el vínculo con la filosofía, Veáse el capítulo de las ciencias humanas  en M. Foucault, Las Palabras y las cosas, Siglo veintiuno editores, Argentina, 2003

[4] Wittgenstein L., Tractatus Logico Philosophicus, Alianza Universidad, Madrid, 1997

[5] Wittgenstein L., Philosophical Investigations, Blackwell publishing, United Kingdom, 2004

[6] Véase http://wab.aksis.uib.no/wab_contrib-dc.page

[7] Véase http://www.uea.ac.uk/j339/Peter_Winch.htm

[8] Es necesario señalar que este autor elabora importantes críticas a diversos pensadores de gran relevancia con la finalidad de hacer más claras sus ideas. Por ejemplo, puedo destacar dos pensadores que han tenido una relevancia de primer orden no sólo para las ciencias sociales en general sino sobre todo en el campo de la economía, me refiero a John Stuart Mill y a Vilfredo Pareto. Si bien todas las críticas que desarrolla, tanto a los dos autores mencionados como a otros de gran relevancia en el pensamiento social y filosófico, pueden resultar muy valiosas para un mejor acercamiento al contenido de su trabajo en general, así como sus aclaratorias en el prefacio a la segunda edición,  todas éstas no serán abordadas en el presente ensayo para  tratar de hacer hincapié en los aspectos que consideramos centrales en  la estructura de su obra.

[9] Comte Auguste, Curso de Filosofía Positiva, Ediciones Folio, Madrid, 2002, p. 34.

[10] Véase Stiglitz, Joseph, The Rebel Within, Anthem Press, Londres, 2.001, p. 130. Es interesante ver como Stiglitz propone revisar otras tradiciones del pensamiento económico, como la Escuela Austriaca de Economía, para ampliar las perspectivas del estudio económico ante modelos que no tienen resultados satisfactorios en la práctica. Claramente se refiere al modelo neoclásico, tradición dentro de  la cual él mismo se formó.

[11] Ortega y Gasset, ¿Qué es la filosofía?, Alianza editorial, Madrid, 1999, p. 58

[12] Véase Sen Amartya, Ética y economía, Alianza Editorial, Madrid, 1997, p. 27

[13] Peter Winch (Op.cit., p. 3). Esta concepción de la filosofía tiene seguidores que Winch menciona en su obra, por ejemplo vale la pena mencionar a Ayer, G.N Flew y a Gilbert Ryle como defensores de esta concepción de la filosofía..

[14] Ortega y Gasset, ¿Qué es la filosofía?, Alianza editorial, Madrid, 1999, p. 41

[15] Véase M. Williams, Problems of Knowledge, Oxford University Press, USA, 2001

[16] Véase M. Williams (Op.cit  2001)

[17] Peter Winch (Op.cit 2003, p. 15-18)

[18] Peter Winch  (Op.cit 2003, p. 9) {Traducción propia}

[19] Ortega y Gasset (Op.cit. 1999, p. 52) Es interesante ver cómo este autor habla sobre la verdad científica como una verdad exacta pero incompleta que debe integrarse forzosamente en otra especie de verdad, en una verdad última que resulta ser bastante inexacta y que no habría inconveniente en llamarla mito. De modo tal que la verdad científica flota entre mitología y ciencia misma. Si la vemos como totalidad comprenderemos que la ciencia se convierte en el “admirable mito europeo”. (p. 55). 

[20] M Foucault (Op. cit. 2003, p. 337)

[21] L. Wittgenstein (Op. cit 2004) Este autor señala en el prefacio de su obra que su intención es, si es posible, estimular los pensamiento propios del lector. De este modo quisiera recalcar que las ideas aquí presentadas, al igual que sucede con la filosofía en general, sólo pueden tener la esperanza de ser comprendidas si existe una genuina reflexión con uno mismo.

[22] Véase Thoma Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, University of Chicago Press, Chicago, 1996. Es interesante ver la percepción de Kuhn sobre la idea de que la investigación efectiva de la ciencia se inicia con un cuerpo rígido de conocimientos, los cuales deben ser compartidos por la comunidad científica y que él denomina paradigmas. Este cuerpo de conocimientos no puede ser explicitado sino que forma parte de un tipo de aprendizaje práctico que tiene, como se verá luego, similitudes con alguna de las características del lenguaje expuestas por Wittgenstein. 

[23] Peter Winch (Op.cit 2003) en el prefacio a la segunda edición.

[24] L. Wittgenstein (Op. cit 1997, p. 143, {5.6})

[25] Peter Winch (Op. cit 2003, p. 28) {Traducción propia}

[26] Véase W.V. Quine, From a Logical point of view, Harvard University press, USA, 1980.

[27] L. Wittgenstein (Op. cit 2001, p. 2)

[28] Ibid

[29] P. Winch (Op. cir 2003, p. 27) {Traducción propia}

[30] L. Wittgenstein (Op. cit 2001, p. 6) {Traducción propia}

[31] T. Kuhn (Op. cit 1996, p. 42)

[32] El economista F.V. Hayek  fue aparentemente influenciado por la idea de las reglas desarrolladas por su primo Wittgenstein,  para desarrollar sus ideas epistemológicas y económicas. Véase Paloma de la Nuez, La Política de la Libertad, Unión editorial, Madrid, 1.994, p. 84

[33] Esta explicación la elabora Winch contra críticas que se han hecho contra Wittgenstein y que reflejan una deficiente comprensión de su trabajo

[34] En Investigaciones Filosóficas (2001), p. 3 dice: “Es como si alguien dijera: ‘un juego consiste en mover objetos en una superficie determinada de acuerdo con ciertas reglas…’ – y nosotros responderíamos: Usted parece pensar en juegos de mesa, pero hay otros. Usted puede hacer su definición correcta restringiéndola a ese tipo de juegos”.

[35] Winch (Op. cit 2003) el mismo Winch declara que éste es su argumento central en el prefacio que hiciera a la segunda edición.