Lolita:

La muerte

 

 

Por:

Alexander Méndez

 

En la novela de Vladimir Nabokov se expresan varias ideas que no son ni morales ni perversas. Una de ellas es el significado de estar muerto, que tiene oportunidad de aparecer en diferentes ocasiones, en un caso como elemento ridículo, es la muerte conveniente de Charlotte. Pero la que me interesa es aquella que se dibuja casi al final de la novela, como una forma simbólica de describir los sentimientos de Lolita ante la pérdida de su madre y el tener que vivir con Humbert Humbert quien no es su padre y con el que sólo tiene una vida en las apariencias:

 

“…hubo un día en que después de que faltara a la promesa hecha a Lo en la víspera (no recuerdo en que había puesto ella su cómico corazoncito, o en una pista de patinaje con peculiar sello de material plástico o en una función cinematográfica a la que deseaba ir sola), pude ver desde el cuarto de baño, mediante una combinación de espejo y puerta abierta, una expresión en su rostro. No puedo describir exactamente esa expresión... una expresión de desamparo tan perfecta que parecía diluirse hacia una apacible vacuidad, precisamente porque ése era el límite mismo entre la injusticia y la frustración-y cada límite presupone algo tras él-; de allí la iluminación neutra...

 

... otros recuerdos sofocados surgen ahora formando monstruos desmembrados de dolor. Una vez, al fin del crepúsculo, en una calle de Beardsley, Lo se volvió hacia la pequeña Eva Rosen-yo llevaba las dos niñas a un concierto y caminaba tras ella, tan cerca que casi la rozaba con mi cuerpo-, y con gran serenidad y severidad, respondiendo algo que la otra le había dicho (' prefiero morirme antes que oír a Milton Pinsky'- un colegial amigo de ella-sobre música) observó:

 

-¿sabes?... lo espantoso de morirse es que se queda uno tan librado a sí mismo..." (pp. 272-273)[1].

 

La muerte permite que Lolita tenga una opinión independiente, la separa de todos, pero le hace pagar el precio de la soledad. Esto es lo que hay de infinitamente individual en morirse. Y si la muerte es un límite, como bien se nos anunció poco antes, entonces tiene que tener algo más después de ella. Todo esto se refiere a la vida de Lolita después de H. H. pero también me recuerda la vida de Nabokov después de abandonar su lengua rusa para escribir en inglés. A Nabokov le parecía que nadie se interesaría por este aspecto de su vida, pero tal vez nos ayude a comprender la proeza completa de esta novela.

 

No estamos hablando de la separación entre lo moral y lo inmoral. Lolita, por ejemplo, puede experimentar que su vida no tiene nada decidido por sí misma, que ha sido arrancada por el deseo del otro. También es ella quien nos enseña que independizándose de todo, de su madre, de H. H., cuando logra decir que no, entonces  se encuentra "... tan liberada a sí misma..."

 

Recordemos que H. H. no se queja de perder a Lolita, se queja de que él la sacó del coro de las voces de los niños. Es la fantasía del padre que expone su condición de tabú. Mientras él está con vida no es posible la fraternidad, y por eso la novela tiene entre sus elementos el homicidio del otro yo de H. H.

 

 

Digo con responsabilidad que estos elementos referidos a la muerte son políticos sin ser morales, en el sentido de que no se está pidiendo que tipos como H. H. sean condenemos por corromper la naturaleza humana. No, lo importante es que entre la felicidad de algunos hombres modernos y el resto no existe negociación posible. Para mí, la separación que describe Lolita pudo construirse con cualquier otra aberración no aceptable por una sociedad específica. El problema, si es que hay alguno, es que la vida " real " (que Nabokov dice debe ser escrita sólo con comillas) no estará libre nunca de aberración y que en ocasiones esas aberraciones iluminan lo que hay de despreciable en lo normal, lo que todos comparten.

 

Lolita se percata de su situación, en la que tener una familia mediocre es preferible a la farsa, pero sin ese engaño que H. H. le entrega como regalo, no existe posibilidad de desear la mediocridad o ni siquiera identificarla. Sin H. H. Lolita tampoco habría sentido la soledad. Para darle un marco amplio a esta idea, quiero citar unas palabras de Frederic Nietzsche, al respecto de la decadencia, que creo es el nombre más adecuado para la aberración como condición de posibilidad para la vida.

 

"Los desechos, los escombros, los desperdicios, no son algo que haya que condenar en sí: son una consecuencia necesaria de la vida, del crecimiento de la vida. El fenómeno de la decadence es tan necesario como cualquier subida y avance de la vida, no está en nuestras manos eliminarlo. La razón quiere, por el contrario que a la decadence se le otorgue su derecho..." (p. 130)[2].

 

Ese derecho no puede ser otorgado por la moral y los jueces de H. H., sólo puede ser otorgado por la novela. Qué nos pasaría si lo otorgamos fuera de la novela, es un asunto todavía por juzgarse, y pienso con esto en el caso Jackson.

   

Sin duda las diferencias abismales entre algunos individuos y la sociedad son resueltas más penosamente por un juicio que por la literatura, y es así porque lo que existe en la literatura no es todavía un individuo contrapuesto a la sociedad, muy por el contrario, lo que existe es el despliegue de signos. Cuando a un signo le ocurre lo que Lolita dice es la muerte: “quedarse librado a sí mismo” es posible pensar que opera como un elemento indeterminado en su sentido y abierto a múltiples interpretaciones. La muerte del signo Lolita, el hecho de que esta parece bastarse por sí misma para existir, invita a cada generación a pensar sobre la motivación que implica dicha obra, pero ella, como la imagen de un sueño, es material inagotable de interpretación.

 

¿Qué tuvo que ocurrir para que esta nota que usted lee sea posible? Antes que nada, el seguir una recomendación de Humbert Humbert. Su desesperación de relator de su propio crimen, me da un sentido posible de la novela conocida por todos: El hecho de que Lolita es el nombre de las letras, el nombre de las vocales usadas para hablar de todas la cosas. No en vano esta novela empieza con la mención de su nombre, con su separación silábica, y termina con el olvido necesario de  su nombre:

 

Deseo que esta novela se publique cuando Lolita ya no viva (p. 297).

 

Y puesto que Lolita es un signo se puede decir que siempre estuvo publicada, porque siempre ha estado muerta. 

 

 

Referencias

Nabokov, V. (1955). Lolita. Oveja Negra: Colombia.

Nietzsche, F. (1997). El Anticristo: Maldición sobre el Cristianismo. Alianza: Madrid.

 

 


[1] Nabokov, V. (1955). Lolita. Oveja Negra: Colombia.

[2] Nietzsche, F. (1997). El Anticristo: Maldición sobre el Cristianismo. Alianza: Madrid.