Manicuare.

Por:

Laura González

 

 

Decir espera es un crimen,
decir mañana es igual que matar,
¿
ayer?... de nada nos sirve... 
las cicatrices no ayudan a andar.

Luís Eduardo Aute.

 

Ella guarda muy buenos secretos, ajenos y propios. Le iba mejor escuchando que contando, nadie sabía cuando ocultaba algo. Algunas veces la descubría en soliloquio y sonreía, otras, el monólogo lo acompasaba una lágrima, en ninguno de los casos yo preguntaba y en ninguno de los casos me hablaba.

 

Una tarde, luego de conversaciones triviales y extensas, me pide que le guarde un secreto: está interesada en otro hombre. Un pequeño vaporón pasó del estómago a mi cabeza y le respondí:

 

-         ¡Estás loca!

-         Sé que estoy loca, que además es absurdo pensar en separarme de tu padre.

-         ¿Desde cuándo lo engañas?

-         No lo sé, ¿desde siempre?

-         ¿Cómo que desde siempre, si ustedes se ven bien!

-         Aurora, cuando tu padre y yo decidimos vivir juntos, él se convirtió en mis ojos, no podía más que vivir en su vida, no me imaginaba otra. Tarde me di cuenta de que el sentimiento no era recíproco, me amaba, pero yo no era su todo. Más tarde aún, entendí que la equivocada era yo, que en el amor somos unos eternos infantes egoístas.

 

Cuando ella hizo tal confesión yo sentí un trozo del mundo caer sobre mí. Ellos eran MI ejemplo de una pareja feliz.

-         ¿Qué pasó entonces? - Le pregunté-.

-         Tuve que inventarme los ojos que ahora conoces. Sólo que estos decidieron ya no ver a tu padre con el mismo amor. Creo que desde entonces lo engaño, aunque nunca he intimado con otro hombre más que con él. Siempre los he deseado en silencio, sin siquiera permitirles que descubran una pizquita de mi pasión.

-         ¿Por qué entonces decides confesarme tu interés por otro?

-          Porque a este otro le he permitido...

-         ¿¡Le has permitido qué!? ¿¡Te acostaste con él!?

-         No, Aurora.

-         ¿¡Cómo que no!? No entiendo.

-         A penas nos hemos visto unas cuantas veces.

-         ¿Y? No puedo creer que andes por allí exhibiéndote con otro hombre.

-         ¡Aurora!... ¡Aurora, espera!

 

Esa tarde decidí irme de casa, tal vez por un arrebato juvenil, tal vez porque entendí que era hora de buscar mis propias anécdotas, y pasó poco tiempo para tener que contar de nuevo las de mi madre. Hoy intento construir una historia, he hurgado entre sus archivos y encontrado algunos textos dirigidos a un tal CR, de fecha reciente. Estoy segura que le escribe a ese hombre.

 

 

 

 

Caracas, 13 de enero de 2004.

Buen poeta.

 

Hoy es uno de esos días en los que quisiera toparme con el alma de un poeta. Lo he pretendido todo: terapia grupal, retiros espirituales, ensalmes, psicoanálisis y nada. Mi desgracia sólo sirve para ser escrita, para conmover a las palabras y hacer reír algunas almas. Hoy quisiera tenerte, porque no estás, no eres, no sabes; pero me ves, mi buen poeta. Me duelen más las lágrimas cuando sé que caerán al vacío. Intento con el rostro húmedo y el pecho oprimido, hacer tu trabajo; a ver si tengo suerte: aprendo a vivir sin ti y a lograr una sonrisa cuando el ánimo adolece. ¡OH! poeta, porqué eres tú quien descubre sin diván mi sufrimiento. Porqué aquel que no está, no es y no sabe me asombra con la vida, haciendo de un papel el espejo de mi miseria.

 

 

Miércoles, 25 de febrero de 2004.

Hoy fue nuestro primer encuentro. Antes de llegar al reaturante el pensamiento de no ir pasó varias veces por mi cabeza, a pesar de profesar libertad, admito que soy conservadora. Cuando al fin llegué, él no estaba, me dije: se habrá cansado de esperarme. Decidí sentarme y leer para hacer tiempo. No pasó un cuarto de hora cuando un señor al que hacía tiempo que no veía, al que nunca le había detallado el rostro, se sentó en mi mesa. Se disculpó por la tardanza, pedimos un café y comenzamos a hablar de cotidianidades y de literatura, en eso reconoce la música de fondo, era el soundtrack de Amélie, así fue como iniciamos nuestra cháchara cinematográfica. Dos horas más tarde, me encontraba en mi casa deseosa porque Aurora y Eduardo se durmieran para iniciar una nueva complicidad con el teclado. Eso fue casi todo.

 

Martes, 02 de marzo de 2004.

Escucho Cosas del Ayer de Ensamble Gurrufío y me encuentro con la intemporalidad de tu escritura, con aquello que hace sólo a unos pocos inmortales. No lo sé, es probable que algunos dos no puedan ser uno, ni en la más frívola correspondencia. ¡Qué se mueran las cantidades! ¡Y qué importa la correlación! ¡Buen poeta inmortal!

 

Sábado, 03 de abril de 2004

Algunas veces te veo de lejos, me duele no poder saludarte, me duele más querer ocultarme. Hoy no pude hacerlo, me llamaste. Luego de ese encuentro me sentí responsable del silencio, hacía días que no respondía a tus correos, me encontraba, me encuentro batallando entre la moral y el deseo. He decidido escribirte...

 

Sábado, 17 de abril de 2004

Mirarnos ya no cuesta tanto, al menos nuestros ojos se han podido amar, aunque algunas veces se esconden o se traicionan besando unos labios ajenos. No puedo siquiera decir como se siente tu piel, todo lo he imaginado, ignoro si alguna vez será de otra forma. Te deseo y sólo lo he podido escribir, cuando te tengo en frente, soy incongruente.

Domingo, 18 de abril de 2004

 

Aquel prohibido verso, aquella palabra bendita, aquella noche tuya, nuestra; de eso quiero escribir. Y no puedo, temo encontrar vida en ello. Parece que se acaba la inspiración, siento y no escribo, escribo y no siento lo que leo. Eres tú que asoma y me roba la atención, se la lleva a pasear por bares, hoteles y parques. ¡Vete, quédate, lárgate al mismísimo Hades, llévame contigo! Eso sí... si decides no hacerlo, devuélveme lo que siento. Lloro, río, me enojo... entonces no recojo una lágrima, no destoco una sonrisa y el tambor de mis palpitaciones ensordece. ¡Quiero gritar tristeza, quiero sonar a que duele! Descubro la savia en tus ojos y pido cerrar los míos. Ya no encuentro mi corazón y ni siquiera puedo decir que te lo llevaste, sufre de una neurosis histérica, ha decidido paralizarse.

 

 

Miércoles, 21 de abril de 2004

CR:

Una sombra nos oculta, tan hermosos de día, pero nos vemos de noche y ya no somos amantes. Sin ojos te seduzco. Cuando te miro dejo de ser, me desdobla ¿la vergüenza? ¿Dónde anda la ternura cuando hay espacio para acariciarla? Este idilio a distancia está perdiendo el sentido, lo pierde con cada encuentro y es más débil en cada desencuentro. Tal vez somos anti-Rayuela: Andábamos buscándonos sabiendo que andábamos para no encontrarnos. Tengo una sensación de extrañeza que ya habrás podido notar, como también es notoria la falta de horizonte en mi camino. Pero la extrañeza va contigo, lejos siento deseo y cerca no me doy permiso. Tal vez tenemos cosas en común, ejemplo de ello es que la timidez no se puede turnar. Tal vez somos muy distintos, que ante los ojos no nos podemos engañar y preferimos hacerlo con escritos como éste. En fin, sólo supongo, como supuesto está un interés mutuo. Sin saber como terminar,

 

Siempre suya por sobre mil sombras.

 

Creo que esto fue lo último que le escribió antes de confesarme su interés por él. Jamás imaginé que la intensidad de mi madre sobrepasaba los límites del soliloquio. Creía que una mujer luego de encontrar al hombre con el que construiría una familia no tenía espacio para pasiones encontradas. La vida de una mujer casada gira entorno al matrimonio, eso opinaba entonces. Sí, mi madre me ha sorprendido, a pesar de sus monólogos clandestinos,  jamás pensé que le escribiese a otro que no fuera mi padre, de hecho ni siquiera imaginaba que le escribiese a él y recién encuentro un texto fechado con el año de su graduación, dice así:

 

Lunes, 23 de Mayo de 1983

Eduardo:

Gracias por enseñarme a crecer, he tenido unas cuantas lecciones a tu lado y algunas de ellas me han invitado a no inventarme un mundo de dos sin consultarle al otro. En estos momentos creo saber lo que quiero y lo que no; además de aquello que deseo, pero que ya no será. Esto es bueno, me hace menos ilusa y más grande, aunque hay etapas en mi vida en las que, así como tú, yo tampoco quisiera crecer.

Contigo me pasó como cuando era niña y me creía el centro del universo, me inventaba una familia perfecta y lo mejor de todo era que así lo sentía, que a pesar de lo que no vi, de lo que no entendí, fui una niña feliz.

Me tocó crecer y darme cuenta que al alrededor había más de uno, no sólo yo; que el humano vivía en una eterna equivocación y aprendía, algunas veces, de sus errores; que yo era una humana cualquiera como el resto de mi familia y que tal perfección no existía. No es sencillo darse cuenta de ello, tan difícil es, que continúas en el error de soñar con tu propio hogar perfecto. Eso me pasó contigo, idealicé una relación, me inventé una perfección de dos personajes imperfectos y me tocó sufrir. 

Si mal no recuerdo, las primeras palabras que escribí para ti decían: Cómo crear una historia con la certeza de un final lejano, cómo amarte... Cómo saber que el dolor del amor será siempre compartido. No quiero perderme en el laberinto de tus ojos, quiero reflejarme siempre en ellos. Mirar a la ventana que da a tus sueños y encontrar el regalo de la coincidencia; encontrar, que tus sueños y los míos forman una realidad perfecta.

Estoy en la etapa de entender y darme cuenta, creo que es la más dolorosa, sólo espero que con el tiempo logre ser una pareja tolerante y menos soñadora. Debe haber alguna manera de ser feliz siendo adulto.

 

Tenía pocos años de nacida cuando mi madre le escribe esto, creo que no encontró la manera de ser feliz siendo adulta o tal vez sí, deseando en silencio a otros hombres. Guardando celosamente sus fantasías, tal vez, en los encuentros con CR.

 

  

Jueves, 26 de abril de 2004

Ando buscando un camino desde que ando usando zapatos, ¡cuántos zapatos he cambiado! tan pocos caminos recorridos. En esencia me he contradicho, cruzo con la luz roja, paro cuando es verde: soy un adulto, odio ser adulto. Miro a Aurora y temo tanto que se parezca a mí y no sé cómo decirle que busque, que no se conforme con lo que le muestro. Mi problema no es la vida, amo vivir, mi problema es hacerme conciente de mi madurez cuando desprecio un instante y sé que se acaban las oportunidades.

 

 Estoy absolutamente aterrada, en algún momento firmé un contrato de cotidianidad y me siento presa de mi propia costumbre, ignoro cómo mostrarle al mundo que a los 35 años quiero cambiar de vida. En la humanidad al parecer sólo tienen derecho a una segunda oportunidad, aquellos que han procedido mal, creo que es injusto. Porqué si durante 35 años me he construido una carrera exitosa aunque no excitante, un trabajo en el que me han explotado, 15 años de un matrimonio fiel, con una hija que ya eduqué; me cuesta tanto permitirme la pasión. Pasión prohibida, pasión de miradas castigadoras, llena de vida sin norma, ¡de verdadera vida! Querer hacer el amor con otro hombre cuyas iniciales no coinciden con las del anillo de boda, embriagarme, estudiar Antropología aunque soy ingeniero ¿Qué locura es ésta?

 

 

Miércoles, 12/05/2004

Tengo miedo, estoy perdiendo el control de esta relación sin lazos, enloquezco inventando una historia que no tiene recuerdos. Amanezco hablándote, me acuesto abrazándote como si durmieras conmigo. Hoy tuve que pedir prestado un cuerpo y hacerte el amor, siempre mantuve los ojos cerrados...

 

Sábado, 15/05/2004

CR:

 

El pasillo estaba vacío, mientras te esperaba jugaba a buscar mi imagen en el pulido piso. Paseaba entre las columnas y de vez en cuando descubría algún transeúnte que rápidamente se perdía en el horizonte. Ya me estaba impacientando cuando te veo venir. De repente, nos encontramos entre mucha gente, estábamos especialmente contentos, a mi memoria vienen momentos de risas continuas que no puedo justificar. La Pulpería es una de nuestras librerías favoritas, hasta ese momento nunca la habíamos compartido. Allí, me saludan de manera efusiva dos amigos e inmediatamente de su partida nos burlamos de aquella muestra de simpatía no solicitada, esa tarde todo nos causaba risa, yo estaba feliz. De pronto, nos perdemos entre las estanterías y te grito ¡MANICUARE! Apareces y volvemos a reír. Compras un libro y al cancelar haces un gesto de queja absolutamente histriónico, me asombro y te pregunto qué pasó, me respondes: ¡El dinero ya no alcanza para nada!, volvemos a reír. Al salir de La Pulpería me pides que pasemos por tu casa, yo sabía, ambos sabíamos que iríamos a hacer el amor, lo deseaba y no sé porqué pensé que no era el mejor momento, te dije que no. Tomamos un taxi y nos quedamos dos cuadras antes de la parada de costumbre, querías que camináramos, me alegré de ello. Acompasados, me abrazaste, nunca antes me habías abrazado, el mundo se detuvo, a ello le agregas: Mi vida, ¿Qué…

 

Recuerdo ese día como si lo viviera cada instante, la única puerta de la casa se encontraba abierta, a mamá nunca le gustó eso de tener que enrejarse. En la pantalla del computador ese maldito texto inconcluso, aquella pregunta no formulada. Mi madre en su mano izquierda tenía el celular con una llamada perdida, era de mi papá y un mensaje de texto, era de Usted. Ese cuerpo que abrazó aquella tarde resultó cubierto de sangre producto de 15 impactos de bala, estaba apoyada a la pared, a esa pared que hoy sostiene su espalda, creo que trató de protegerse porque sus piernas se encontraban recogidas, la mano derecha en su estómago y lo único extendido era el brazo donde llevaba el teléfono. Quien sea que lo haya hecho tomó a mi madre por sorpresa, con el teléfono en la mano no le dio tiempo siquiera de hacer una llamada.

 

El tormento me acompaña, de día trato de reconstruir la escena, buscar evidencias, y de noche un sueño me persigue. He soñado que una mujer de tez morena y compostura gruesa me sorprende entrando a casa, lleva consigo un bolso grande donde esconde sus manos por un instante y al sacarlas extrae un objeto forrado que no puedo precisar, ella me sonríe, eso me tranquiliza, temía que me hiciera daño. De repente su rostro cambia y me grita, no puedo recordar el contenido del grito, es como si le hubiesen bajado el volumen al sueño, quedan sólo imágenes, una mujer que me dispara con el objetivo de matarme, yo queriendo escudar mis órganos con las piernas y manos, trato de hacer una llamada, hasta que me doy cuenta que voy a morir. Empiezo a sentir como brota del interior de mi cuerpo la sangre caliente y en ese recorrido ese cuerpo se va enfriando, queda inerte, creo que lo último en sucumbir fue mi mano izquierda o mis ojos, sé que cuando ya todo estaba frío ellos se apagaron.

 

Señor, yo no le conozco, mi madre ni siquiera lo describía en sus escritos, sólo habla de lo que siente, pero con tal confusión que ignoro si lo amaba, de hecho ignoro si realmente hubo algo entre ustedes. Ella habla de encuentros, de escritos que tal vez nunca llegaron a sus manos, probablemente las palabras no son más que la catarsis de sus fantasías. Señor, ni siquiera puedo descubrir sus iniciales, en el teléfono aparece CR, en los escritos CR y hoy lo he citado no para que revele su identidad, le pido respetemos ese secreto que le pertenece a ambos. Le he llamado porque alguien dio muerte a mi madre y minutos antes, según ese texto no terminado, estaba con usted. No pienso en absoluto que haya sido el causante, debo disculparme por el atrevimiento y agradecerle su existencia, sea real o ficticia usted le regaló alegría. Dígame, aquella tarde del abrazo, en la que se sentía tan feliz, ¿pudo observar algo extraño? Probablemente alguien los seguía, no lo sé, ¡descúbrame algún camino por favor! ¿Dígame qué pasó?

 

CR: no puedo decir más de lo que su madre hubiese colocado en mis labios, ésta es una historia de ella. Sólo puedo aclararle, que esa tarde nuestra me la acaba de regalar ella a través de usted. Nunca pude abrazarla, ni siquiera rozar sus labios, nunca la invité a casa y no porque no la haya deseado. Lo siento...