/

Contorsiones de la interpretación

Ni.

(El siguiente ensayo fue presentado como trabajo final del seminario Márgenes de la Filosofía, dictado en la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela por el profesor Dr. Erik Del Búfalo, a quien expreso mi agradecimiento).

 

Por:

Carlos López Fafián

  

Música hematográfica

 

El júbilo sexual es una elección de glotis,

de la esquirla del quiste de una raíz dentaria,

una elección del canal del otitis,

del mal tintineo auricular,

de una mala instilación de sonido,

de corriente gorgeada sobre la alfombra de ondo,

del opaco espesor,

la aplicación elegida de la opción de este adorno

en hilo cortado, para escapar a la música

prolífica avaricia obtusa

sin gor ni jeo, ni gorjeo,

y que no tiene ni tono ni edad.

 

Artaud (diciembre de 1946).[1]

 

    Sería importante interpretar éste poema. —Digamos interpretar, mas eso estará por escribirse.

 

Tímpano, introducción al libro Márgenes de la filosofía y a la vez invitación a pensar o a criticar la introducción, o bien a cómo introducirse, o cómo se inserta incluso un ni, una poética astilla puntiaguda que se mete o se hace entrar, un oblicuo guión que atraviesa el logos y también la interpretación; y ya por arte o por maña conceptual del parto de la comadrona, suscita del quiebre de la voz de la garganta del niño-pájaro, más que un fonema al menos dos: gor  y jeo (falso para la afirmación de verdad de tal conjunción). Un ni o guión oblicuo, o bien, hilo cortado al sesgo (y por tanto, afilado) que se introduce en la membrana y por el agujero del oído filosófico, en la tensión de múltiples presiones y torsiones. Barra diagonal, atraviesa un puente por el cual andar y pasar al través de bloques impresos, por el llamado de la cita a la rotura de la partida de un margen en el cual se ha de pasear, pues él constituye un pasaje, la maniobra de una mano ciega en el trazo invisible de su tejido. Quizás, un poco, habrá que hacerse pasar o volverse Derrida, para abandonar el enmascaramiento pronto, y de tanto en tanto. 

 

¿Cómo desencadenarse con Tímpano?, ¿habrá alguna posibilidad de entenderlo?, ¿se puede incluso, todavía interpretar? ¿Cuál es su límite, hasta dónde llega, qué incluye? Se tendrá que ver en su página Tímpano titular, capital transversal y triangular de su rostro (faz o haz) es Hegel, pretexto citado en tres fragmentos compuestos diagramáticamente en forma equilátera; luego, margen de página mediante, el bloque citado de Leiris –este mismo malamente encasillable según una disciplina o un saber claramente delimitado ¿es literatura antropológica, poética, filosófica o alguna otra cosa?-, pero casi seguro que es algo más que una columna al flanco derecho del otro bloque de texto de Tímpano. Entre dos citas está pues el escrito de Derrida (propio según su firma[2]), y sin embargo, hay además una variedad de notas al pie, sean citas o comentarios de diversa índole con marcas de relación (semáforos), o más bien de traspaso -como decir margen o límite según quien lee o escribe, uno aquí, en este caso (un yo de papel y tinta)- de las cuales la de Artaud reviste una cierta importancia. Pero entre todas esas manchas tipográficas existen espacios en blanco, tanto como los hay entre párrafos, líneas, palabras, letras (y hueco de la letra incluso) que son necesarios en función de un cierto decir o significación, la cual, no está en ellas, pues dirían siempre y cada vez lo mismo para todos y cada uno, y no es así, ya que aquí mismo se muestra una cosa, algo que ahí no está escrito y en otros casos o escritos se dice otra; pero tampoco está dada subjetivamente, pues en ese asunto hipotético, tal o cual escrito (Tímpano por ejemplo), nos sería indiferente, sería cualquier cosa y por tanto no se notaría; entonces habrá que decir que es exterior a ambos. Estos espacios blancos permiten su lectura o comprensión, tanto como un cierto vacío que el texto produce, ofrece la posibilidad de que se puedan desencadenar las líneas que aquí o allá se escriben. Tal vacío es un puente o un pasaje exterior a la probabilidad de la composición (esta misma o la de Tímpano, de la que partimos) o de su significación, es decir, de la producción de un orden o desencadenamiento simbólico a la concepción de significación, y ésta, es más un qué hace que un qué dice. El significado en cuanto que un hacer, es un juego con el espacio: "Criticar – la filosofía"[3]. Se trata entonces de "anunciar a bombo y platillo"[4] a la filosofía, como de criticar (separar, detallar o timpanizar) su enunciación, o bien introducción, y de cómo anunciar su crítica; la crítica de la filosofía o la filosofía crítica.

 

El texto es cuanto se escribe en el cuerpo o volumen del impreso, de lo cual divergen sus notas, portada, etc., pues son separadas por el margen blanco que las encuadra –dicho esto diagramáticamente-; mas en sentido interpretativo o significativo, el texto es un anudamiento de sentidos cuyos extremos no quedan anudados o determinados, pues no hay un sentido primero de las palabras o una anterioridad absoluta, o bien un orden previo u original a la interpretación filosófica que pueda clausurarlo; por lo cual la interpretación habría que entenderla como "desciframiento incesante", como activa: "Cifra sin verdad, o al menos sistema de cifras no dominado por el valor de verdad que se convierte entonces en sólo una función comprendida, inscrita, circunscrita."[5] El contexto es el encuadre de las posiciones que constituye cada bloque textual de acuerdo a la composición de su volumen, es decir, el arreglo de los escritos periféricos que circundad a un texto; van con el texto, sin embargo, cosas que no están escritas o dichas en él y que exceden el papel en el cual se escriben —estas líneas, por cierto: si es que pueden acaso convertirse en el margen de un margen, si acaso puede un texto pasar por ellas ( por lo que habría que concebir al texto según otro ademán). El contexto de un texto es el que es de su significación, esto es, el arreglo de la interpretación (intertexto). En cierto sentido, esta supone un movimiento periférico derredor a un texto principal, cuyo objeto es su descompresión. Pero un texto principal supone ya una anterioridad o principalidad del significado, un inicio, es decir, un orden previo a la interpretación, la de un lenguaje antepuesto y con un orden dado, un lenguaje compartido de común sentido por el cual se es capaz de esclarecer los fenómenos; mas la interpretación es distinta de la opinión, mientras que aquella es paradójica en su claro y abierto, en su discurrir, ésta instituye su "verdad" en el prejuicio de sus cerramientos y del ámbito. Repetidamente, lenguaje compartido de común sentido: "La filosofía […] habrá buscado sin duda la regla tranquilizadora y derecha, la norma de esta polisemia"[6]; la regla quieta o su modelo; o bien fija, su principio apodíctico tanto como su inicio genético; la regla o el vigilante de su jurisprudencia por el cual sólo es lícita la rectitud, más o menos y en fin, la norma de la univocidad del significado, o bien, la restricción del significado a pocas formas bien custodiadas y controladas del sentido; la regla del pacto o del acuerdo, del acordonamiento o de la delimitación.

 

Fijar (o fijarse para sí) su principio apodíctico, tanto como su inicio genético y la demarcación o área de competencia de su saber, ha supuesto para la filosofía un gran problema: "Amplio hasta creerse interminable, un discurso que se ha llamado filosofía –el único sin duda que no ha oído recibir el nombre más que de sí mismo y no ha cesado de murmurarse de cerca la inicial [inicio, origen, comienzo] — siempre ha querido decir el límite, comprendido el suyo"[7]. Pues la enormidad excesiva de altura de lo ilimitado implica (en cambio) el conocimiento de un límite o el comienzo de la filosofía, es decir, la enunciación que inicia el amor a la sabiduría en la voz del filósofo mentada con la A de apeiron; mas lo ilimitado no sólo es lo que no tiene límite –no es un infranqueable- sino aquello inlímite, esto es, cuyo problema aplica y está en el límite precisamente.

 

"Un límite es"[8] y como no hay vacío de límite, entonces "tiene un más – allá […] con el que se mantiene en contacto hacia el que debe ser transgredido, pero donde surge un límite semejante que no es uno"[9]. Sea dicha otra cosa: es tocante con algo más de sí y que además, ha de pasarse a su través, ha de separarse con violencia, ha de ofenderse. Luego, si el límite se ha hendido, si se ha separado, entonces ya no es uno sino múltiple, tal que su partición ya no perimetra sino comunica y hace pues de pasaje. El problema, menos que responderse se diluye en su significación: "La esencia de la filosofía está privada de fundamento [o frontera] en cuanto sus propiedades particulares y, para acudir a ella, si el cuerpo expresa la suma de las propiedades particulares, es necesario precipitarse a cuerpo descubierto"[10]; —pero si la trasgresión del cuerpo es desunión del límite quebrantado, es separación violenta y ofensa; ¿no será entonces una ilusión producida? (menos que engañados habremos sido embaucados): un límite no se excede a cambio del gasto del mismo exceso, del riesgo que comporta la pérdida de su conservación. El recluso o el límite interiorizado, contenido o concentrado, es ganancia hacia adentro, en profundidad; así se puede entonces cuidar de él (criado), de modo que todo desbordamiento será en sentido hondo a favor de la inversión del espacio de la conciencia ("presencia para sí, percepción de la misma presencia"[11]) esta pues, retentiva vigilante de su manutención, custodia de su preservación[12]. La esencia de la filosofía, lo característico y definitorio de ésta, su límite o fundamento, se muestra en su carencia (de contención) de propiedad, por cuanto la esencia es un margen de aquello de lo cual es esencia, más allá de la esencia, en efecto, se es otra cosa. (¿Diluirse en su ser?: ¿con qué viene              –responde, incide, habita o pertenece-? ¿es enmascarado o asemejado? ¿tras qué presencia o cuál torna, o bien, vuelve a presentar? ¿qué cosa distinta indica o signa en su sustitución?).

 

Pero, ¿dónde queda salvaguardado lo propio y particular de sí? ¿bajo y tras qué muro y cimiento su ámbito se guarda y se sostiene –y su discurrir se represa-? ¿qué clase de ámbito es un cuerpo como síntoma de una enumeración? A todo esto, ¿res-ponder o solicitare? He aquí el callejón sin o de difícil salida de un laberinto: Si la filosofía no tiene límite, entonces no tiene esencia; si lo tiene, su esencia es la propia filosofía. Al paso de las vueltas y en la interioridad de éste oído, topamos con que la filosofía es el discurso de las esencias, de las definiciones, de los fines, de los términos; pero un límite no sólo es determinante sino determinado, entonces, ¿cómo concebir su determinación si su necesidad está presupuesta? "al menos se puede reservar a la filosofía, que comienza consigo misma, una especie de limen vestibular"[13], un umbral, un conducto para pasar y al cual "se penetra al practicar el corte vestibular"[14].Y de nuevo luego el laberinto, la formación aporética en efecto de sesgos en un plano-problema: "Recorremos ahora (de pie, andando, danzando) comprendidos y envueltos para no salir jamás, la forma de un oído construido alrededor de una presa, girando alrededor de su pared interna, una ciudad, pues (laberinto, canales semi-circulares se nos previene de que las barandas no se mantienen) enrollada como un caracol alrededor de una compuerta, de un dique y tendida hacia el mar; cerrada sobre ella misma y abierta sobre la vía del mar […] ¿cómo podría producirse una fisura, entre tierra y mar? […] Tímpano, dionisia, laberinto, hilos de Ariadna"[15]. —También el litoral es un problema.

 

Un límite separado por la sorpresa de una ofensa o un corte transversal en un plano-problema es entonces comunicante, es un límite/pasaje, una vía de laberinto, incluso en su umbral, en el paso de la filosofía, por el cual pasear o danzar o aun, perderse en su dificultad. Por eso el orden de composición del laberinto es también el del anudamiento y el enredo, del enlazamiento y el entretejido de hilos del cual depende el sentido y el valor del discurrir de la interpretación (texto, tejido, ilación, también a cambio de una contorsión, hilaridad -en Artaud-: de la risa expresada por un orificio antepuesto a la laringe). Interpretar o descomprimir no se concibe únicamente por el movimiento circunvalatorio respecto a un texto supuesto principal. Presionados o apretados entre sí se hallan en Tímpano varios textos, de los cuales, malamente podríamos afirmar la primacía de uno sobre otro[16] (el del Leiris, por ejemplo, va a la par del de Derrida). Si bien es cierto que el contexto es el encuadre de las posiciones que constituye cada bloque textual y de acuerdo a la composición de su volumen, no lo es en cambio, que sea el arreglo de los escritos periféricos circundantes a un texto primero. Es un orden de los escritos, sí, pero en su coyuntura de sentidos. El encuadre está dado por el margen blanco del papel, sin embargo "¿este texto puede convertirse en el margen de un margen? ¿Dónde ha pasado el cuerpo del texto cuando el margen no es ya una virginidad secundaria, sino una reserva inagotable, la actividad estereográfica de un oído completamente distinto? […] más allá del texto filosófico no hay un margen blanco, virgen, vacío, sino otro texto, un tejido de diferencias de fuerzas [diferentes] sin ningún centro de referencia presente"[17]

 

Un margen tal está repleto de de múltiples sentidos, que son la concurrencia de usos, finalidades o valoraciones diversas de una cosa o un fenómeno, la historia del uso de cada uno, o más bien el proceso o su movimiento genealógico, etcétera. En un margen tal cohabita una variedad de saberes como el arte, la política y demás. El valor es el arreglo de ellos en una función determinada, en un haz (o faz: doble rostro de la tela cuya trama y urdimbre forman un encadenamiento); esta palabra "parece más propia para poner de manifiesto que la agrupación propuesta tiene la estructura de una intrincación, de un tejido, de un cruce que dejará partir de nuevo los diferentes hilos y las distintas líneas de sentido –o de fuerza- igual que estará lista para anudar otras".[18] Así, interpretar no es sólo encadenar sino desencadenarse, no sólo es desenredar nudos sino entrelazar. La combinación de factores y circunstancias que la trabazón de sentidos se da en la coyuntura, es precisamente la oportunidad que la interpretación con-juega, pues también el mecanismo es móvil y puede desistematizarse; puede, en efecto, dar lugar a otra posición, a otra afirmación, a otro decir, tal que interpretar en cuanto comentar no será tan solo un decir con otro, sino el juego-ejecución con su distancia y aproximación; y el otro será uno distinto a "algo que es como siendo suyo propio"[19]; será algo que se da en un afuera radical, en "la exterioridad absoluta de otro lugar"[20].

 

Pero la reserva inagotable que el margen ofrece, no queda exenta del control del saber del discurso filosófico, su gestor (lo cual es un obstáculo para el quehacer interpretativo). La pretensión totalizante de la filosofía, consiste en llevar lo real para sí mismo, o bien es el paso del para sí mismo de un puro real al concepto; la de un discurso que ordena las leyes o lenguajes de su propia casa de acuerdo a la marcha de sus procedimientos, según su normativa y su protocolo; trayendo por ende, lo real o la otredad del signo o del nomos a su dominio, a razón de que nada se escape de su concepción o a su producción de conocimiento, constructo o concepto; en fin, que nada quede por fuera del abrigo de la morada familiar. Mas, si todo queda administrado por la filosofía, si la ley de su interpretación es intrínseca a la misma interpretación, entonces la cosa es expropiada de todo aquello no-racional, es tomada por entero por la filosofía. Se puede producir un mundo, una morada, sí, pero, ¿cómo concebirla solo? —filosofía hasta el infinito autoconcibiéndose (el ser, su propio, su refugio o dominio y coextensivamente, su prójimo): Si lo real está incluido en la filosofía, entonces no hay ningún otro o afuera posible, pues está todo adentro y por tanto le pertenece, está sistematizado en su economía; (Hegel): el valor de una idea es la bicondición o duplicación por igualdad de sí, esto es, el valor de una idea o de lo racional es única y exclusivamente el ser una idea, es decir, una representación en un pensar; y si cualquier cosa que es racional es real (y viceversa da igual) entonces, cualquier otra representación que se de en un pensamiento -o idea, o racional- no puede, por tanto, ser real (lo contrario sería absurdo)[21]. Según esto, afuera está la opinión y lo irracional, la desproporción monstruosa de un –digamos- no-ser: El ser, entonces, lo propio.[22]

      

Pero si se admite que la filosofía opera mediante el lenguaje, tiene que existir entonces algo distinto del lenguaje con lo cual su saber sea posible. La interpretación o el texto ha de suponer que habla de lo real, pero para que esto pase tiene que ser otro de lo real: lo real que falta al logos determina la significación, posibilita el sentido. En efecto, el ser es el supuesto no-lingüístico del lenguaje (de una cosa x), y lo real o la cosa es el supuesto del signo con el que se puede acceder a él -el que el signo se oponga a otro signo-. Luego, el ser como supuesto no-lingüístico de una cosa (o de un real) es la condición de la permisión de un decir, esto es, el ser permite que se diga algo. Como supuesto, es un vacío necesario en el lenguaje para que haya discurso, o para que las cosas se muevan; el ser es supuesto a razón de la idea. La idea está entre la concepción y la cosa, pero su estar es exterior a ambas, en un afuera, podría decirse. Propongamos, lo que es dicho: la palabra ser cuyo sentido escribe al concepto ser, inscribe como palabra a una cosa o a algún real que es (ser); es una condensación. Así, toda palabra que condensa a otra palabra y que a su vez lo hace con algo de lo real, es un concepto o una metáfora. Como aquí, el es –real- falta a la frase, (es aquello que) no está en el lugar que tiene que estar; un lugar donde lo real fuera del signo viene a faltar. Falta tanto como en la o el hueco es (su) ausencia. ¿Dónde está la o, en el vacío circundado o en la mancha (marca) circundante? La cosa es lo que bordea, entorna o le da la vuelta a un vacío, tal que éste no existe previo a la imagen de la cosa. El vacío de la o se escribe en su impresión, en su contorno; es, en efecto, el otro lado del borde o de la mancha. No obstante, el vacío lo es de sí mismo, es aperturado precisamente por la mancha, de manera que es posterior, efectivo y secundario, y sin embargo la o sin el vacío sería un punto, no una o.[23]

 

"¿Si hay márgenes, hay todavía una filosofía, la filosofía?"[24] La pregunta es aquí, como en muchos casos, el enmascaramiento de un enunciado —baste desflanquearlo de sus signos interrogantes y hacerle alguna que otra modificación: Porque hay márgenes, entonces hay (o existe) una o la filosofía. De este enunciado o de otro, se trata pues, más que de una contestación simétrica o proporcional, de su desplazamiento o de su proyección. Desde su presupuesto hasta su verdad, entre su presupuesto y su verdad, hay una infinidad de signos que no dejan que la verdad o el significado quede atado, agarrado o sujeto a un sólo lado, lo que vuelve, por tanto, infinito el campo de juego de la interpretación. Efectuar el significado o la significación es hacer el signo; consiste en la actividad de representar lo que no se presenta sólo o a sí mismo, o de presentar lo ausente en su ausencia, la de una presencia supuesta o no-presente, la cual es bifronte o bifaz: por una cara es un fenómeno material como un sonido (significante), por la otra, es el concepto o sentido ideal (significado); de modo que el significante y el significado vienen a constituir la totalidad del signo, cuya estructura es el tejido de diferencias del sistema de la lengua en el que actúa (ni causa ni efecto), tanto como en el habla y en el encadenamiento de sus complejas remisiones.[25] Sin embargo, ¿por qué no participar un poco de la trampa del margen interior, de la pregunta y del logos filosófico –ya sea como una pirueta-? Ni una, ni la filosofía, porque muchas disciplinas interceden en ella, en cierto punto, en el cual éstas se encuentran; ¿cómo saber qué domina en la intersección, qué se la apropia y bajo cuál criterio —cuando el punto no es una casa, sino un anudamiento de hilos o de fuerzas; cuando éste se halla entramado con un incontable número de ellos en una red, en la estructura de un tejido móvil; cuando la casa no representa el abrigo de la morada familiar, sino un cúmulo de tensiones el cual no es un quieto modelo, un centro referencial? Es en la ejecución, en la actividad lúdica de los enmascaramientos (o labor del disfraz, physis-mimesis, etc.) lo que hace depender el movimiento del motivo o la emotividad de la significación; esto es, el juego en el cual el elemento presente requiere la contención de la marca de uno previo, y de un espacio no-ocupado con el que encadenarse a un otro-distinto-posible, por lo cual, fuera del texto, la marca no es jamás autosuficiente, sino interdependiente, intertextual, y únicamente así puede operar en su movimiento de través.

 

"¿Pero qué es una casilla […]?"[26] Sin ánimo categórico y por una cierta impaciencia, una casilla es un lugar de una estructura. Mas si la estructura se mueve ha de existir entonces un lugar vacío, interior a ésta, que permita su fluctuación. Un espacio no-ocupado es necesario en la red para que el significado actúe en el campo infinito de la interpretación. Pero si éste es infinito, es porque la estructura del límite es oblicua. La estructura del límite es una oblicuidad ya que la cosa o lo real se halla condensado en el sentido, es decir, en cuanto que es un concepto o una metáfora —:"El habla es el esperma, indispensable para la fecundación (concepción por el oído, pues se diría toda la filosofía)"[27]; valga la metáfora aquí. ¿Habrá aún que responder? ¿Res-ponder? En efecto, no hay "ni una respuesta ni una respuesta"[28], ya que ¿cómo disponer, ponderar, medir o calcular la cosa?, ¿cómo uno puede ser un cálculo así?

 

"Según un movimiento inescuchado por [la filosofía]"[29] ¿se podrá aun deformar su tímpano —para que razone distintamente su heteronomía, para sacarla de su autismo?[30] "¿[Podría] el límite, oblicuamente, por sorpresa, reservar todavía un golpe más al saber filosófico? Límite/pasaje:"[31] Sería necesario "hacer nacer de la lesión sin sutura una partitura no escuchada."[32] Como también lo sería, hacer razonar la división transversal del limitepasaje, tanto como la motivación de lo oblicuo en el logos, en el sesgo de la horizontalidad del sentido; explorar pues cómo se inserta en la filosofía la torsión, o bien una afilada diagonal poética, un vector en forma de cita invisible en el texto filosófico; y además, cómo ésta hace el puente transversal que es, que se conduce en travesía, que pasa por un margen que no es de papel y tinta: "Dislocar, timpanizar el oído filosófico, esto no se opera nunca en el concepto y sin alguna carnicería de la lengua. Ésta entonces hunde la bóveda, la unidad cerrada y con volutas del paladar. Prolifera por fuera hasta no ser comprendida ya. Ya no es la lengua."[33] Pero esto no se maniobra, no se trama sin un cierto crimen al sistema lingüístico, en el encarnado o en la masacre (carnage) de un ni (/)[34], por la partitura de un guión inclinado al través, o bien corte y ofensa de la res  (Buey desollado, Rembrandt, incluso); en su hechura de herida sangrante, sea su partición en partes, su división, su punto de partida o el texto de una composición musical para una música que trata, escribe, describe, los sonidos sangrados.

 

Porque la membrana del oído filosófico está obstruida, habrá que hacerla temblar en su totalidad u horadarla, para que pueda pasar algo -una vibración distinta-, incluso en el impase de sí o pasaje; pues un pasaje contiene aun una mínima abertura (sea ésta una augusta estrechez) que permite el paseo, el pase, la escucha de algo inesperado. Habrá entonces que sacar de su lugar -de la (su) casilla- al oído filosófico, torcerlo o aislarlo, lo cual será también romper lo escuchado -a martillazos del criticismo filosófico del músico y escultor-, ofender el oído académico-burocrático de la costumbre de oídas y del oído común o de lo común, de la reducción de cualquier cosa a lo mismo, a lo que ya se ha oído, a lo que se está acostumbrado a escuchar; esto es, a la respuesta del hueco de la opinión, la del sentido común de la escucha filosófica. Se tendría que no conceder la respuesta a la casa del logos, es decir al refugio del nomos, evitando así la "contestación frontal y simétrica"[35] y dar a cambio, o más bien suscitar, el ataque sorpresa de la operación textual desde un encubrimiento, el acto desde y de nuestro retiro.

 

En este punto culminante, ¿se habrá hecho ya?

 

Bibliografía citada.

 

 

DERRIDA, Jacques, Márgenes de la filosofía, Editorial Cátedra, Madrid, l988.

 

HEGEL, G.W.F., Fundamentos de la filosofía del derecho, Editorial Libertarias, Madrid, 1993.

 

 

Bibliografía consultada.

 

 

DEL BUFALO, Erik, Derrida. La aporía de la muerte del autor (texto inédito), Caracas, 2005.

 

DELEUZE, Gilles, Nietzsche y la filosofía, Col. Argumentos 17, Editorial Anagrama, Barcelona, 1986.

 

DELEUZE, Gilles y Félix Guattari, ¿Qué es la Filosofía?, Editorial Anagrama, Col. Argumentos, Barcelona, 1993.

 

DERRIDA, Jacques, De la gramatología, Siglo Veintiuno Editores, Buenos Aires, l97l.

 

LÓPEZ, Carlos, Cuestiones ponderadas, envío (escrito inédito), 2003.

 

PAPADAKIS, Andreas, Catherine Cooke, Andrew Benjamin, Deconstruction, Omnibus Volume, Rizzoli International Publications, Inc., New York, 1989.

 


 


[1] Citado en: Jacques Derrida, Márgenes de la filosofía, Editorial Cátedra, Madrid, 1998, p. 22.

 

[2] Que "el texto -el de Hegel por ejemplo- funcione como una máquina de escritura en la que un cierto numero de proposiciones caracterizadas y sistemáticamente encadenadas (debemos poder reconocerlas y aislarlas) representan la 'intención conciente' del autor como lector de su 'propio texto', en el sentido que se habla de lector mecánico. Aquí la lección de este lector finito que se llama un autor filosófico no es más que una pieza, a veces además interesante, de la máquina." En: Op. Cit., p. 18.

[3] Op. Cit., p. 17.

[4] Op. Cit., nota del traductor, p. 16.

[5] Op. Cit., p. 53.

[6] Op. Cit., p. 34.

[7] Op. Cit., p. 17.

[8] Op. Cit., p. 15.

[9] Ibídem.

 

[10] Ibídem.

[11] Op. Cit., p. 51.

[12] Cfr. Op. Cit., pp. 26, 51, 54-5.

[13] Op. Cit., p. 15.

[14] Op. Cit., nota 5, p. 24.

[15] Op. Cit., nota 5, pp. 24-5.

[16] ¿Cómo dar primacía aquí, por extensión, por autoridad? Se acompañan, van parejos; aun cuando su intersección no se da por la diagramación, sin embargo sí por la intensidad, por el significado (o bien lo que se escribe y dice). De las extensas notas al pie, cabría decir algo semejante.

[17] Op. Cit., p. 30.

[18] Op. Cit., p. 40.

 

[19] Op. Cit., p. 26.

[20] Op. Cit., p. 20.

[21] "Lo que es racional es real, y lo que es real es racional […] la idea vale como lo que sólo es así es una idea, una representación en un pensar […] nada es real sino la idea […] lo racional, que es sinónimo de la idea". En: G.W.F. Hegel, Fundamentos de la filosofía del derecho, Editorial Libertarias, Madrid, 1993. Pp. 57-8.                                                                                                              

[22] Véase en: Derrida, 1998, Op. Cit., pp. 17-8, 20, 23-5, 30.

 

[23] Véase, Op. Cit., pp. 30, 45-7, 57-62.

[24] Op. Cit., p. 23.

[25] Véase, Op. Cit., pp. 45-8.

 

[26] Op. Cit., p. 23.

[27] Op. Cit., p. 21, nota 2.

[28] Op. Cit., p. 23.

[29] Op. Cit., p. 20.

[30] Véase, Op. Cit., pp. 21-3.

[31] Op. Cit., p. 18.

[32] Op. Cit., p. 32.

[33] Op. Cit., Nota 4, p. 22

[34] Partiendo de una manera de interpretar o formalizar, en determinadas operaciones el ni -conjunción negativa-, suele denotarse con la barra oblicua (/) y viene a expresar que sólo es verdadera cuando ambos valores de sus términos son falsos; así: Ø (p ^ q) « (p / q) \T

 

[35] Op. Cit., p. 21.