Reflexiones sobre la pareja
Por:
Xhavier Velásquez
“... después se nos hizo tarde, los dos nos teníamos que marchar,
pero fue magnífico volver a ver a Annie. Me di cuenta de lo maravillosa que era
y de lo divertido que era tratarla... y recordé aquel viejo chiste del tipo que va al psiquiatra
y dice: doctor mi hermano está loco, cree que es una gallina...
y el doctor le responde: pues porque no lo mete en un manicomio...
y el tipo le responde: lo haría pero necesito los huevos...
Pues... eso es más o menos lo que pienso de las relaciones humanas saben...
son totalmente irracionales y locas y absurdas pero...
supongo que continuamos manteniéndolas porque la mayoría necesitamos los huevos”
Woody Allen (1977)
El DSM IV denomina a los conflictos de parejas con el nombre de “problemas conyugales” dándole la siguiente definición: “un patrón de interacción entre cónyuges o compañeros caracterizado por una comunicación negativa (p. ej.: críticas), una comunicación distorsionada (p. ej.: expectativas poco realistas) o una ausencia de comunicación (p. ej.: aislamiento), que está asociado a un deterioro clínicamente significativo de la actividad individual o familiar o a la aparición de síntomas en uno o ambos cónyuges” (Masson, s.a., 1995).
Pero, ¿qué es una pareja? Y ¿para qué vivir en pareja?, según Linares y Campo (2002) una pareja son dos personas de familias distintas, que deciden vincularse afectivamente para compartir un proyecto común, dónde debe ser imperante la solidaridad, un espacio propio que excluye a terceros pero inevitablemente interactúan con el entorno social. La respuesta a la segunda pregunta, para vernos mejor. Bucay y Salinas (2000) dicen que el más preciso y cruel de los espejos, son las relaciones de parejas: único vínculo donde podrían reflejarse de cerca los peores y los mejores aspectos de uno mismo.
Familias de origen
Como punto de partida, varios teóricos de las relaciones de pareja dicen que muchos de los patrones que aprendemos para relacionarnos con los otros se ubican en la familia de origen. Es un eslabón de una larga cadena biográfica, empezando por nosotros ejerciendo el rol de pareja, el cual aprendimos de nuestros padres, a su vez, nuestros padres lo aprendieron de nuestros abuelos y así sucesivamente. Hellinger ha trabajado con las llamadas constelaciones familiares, centrándose en la herencia de dichos patrones de aprendizaje adquiridos consciente e inconscientemente de generación en generación, los cuales repercuten en nuestras vidas, incluyendo nuestras relaciones de pareja. Es allí, en la familia de origen, dónde aparece el primer modelo de pareja que adquirimos, de nuestros padres, de nuestros abuelos.
El enfoque relacional da un peso importante a las familias de origen. Linares y Campo (2002), se ocupan de la relación de cada uno de los cónyuges con su propia familia de origen y con la familia política, entienden que allí existen gran parte de los problemas si no se logra una completa armonía, (partiendo del hecho que el vínculo de pareja es el encuentro entre dos personas de distintas familias), empezando por establecer un límite fuerte y claro ante sus respectivas familias de origen, cuestión que conlleva a fortalecer a la pareja. Es importante tener en cuenta lo inevitable que es la influencia que ella ejerce sobre la relación.
La delimitación entre familia de origen y familia creada, o nueva familia, incluye la separación individual de cada uno de los miembros de la pareja del seno materno y paterno. Una vez que el individuo sale de su seno familiar, desde edades tempranas comienza a establecer relaciones con personas ajenas a dicho vínculo. A lo largo del desarrollo de estas relaciones con los otros, éste individuo generalmente puede llegar a conocer a su “media naranja”, dónde puede ocurrir ese “flechazo” llamado enamoramiento, del cual se habla y estudia mucho, pero se entiende poco.
Enamoramiento vs. Amor/ Desamor
Al respecto Linares y Campo (2002) dicen que lo que se recibe del otro tiene mucho que ver con lo que se da. El ser amado excita, estimula, despierta interés por lo novedoso y, en tanto que tal, deslumbra. Como similar, satisface porque confirma y legitima lo que somos, aportando paz y serenidad a nuestro espíritu. El reconocimiento consiste en la percepción del otro como ser dotado de una identidad propia y de unas necesidades singulares. La confirmación de la existencia del ser amado no es un acto puramente sensorial, sino que supone aceptarlo como alguien diferente, cuya presencia está tan polarizada en el otro que su existencia se impone con gran intensidad: todos los caminos conducen a él o a ella.
Con el desamor puede llegar la desconfirmación: el antes amado desaparece del campo perceptivo, es ignorado y olvidado. De nuevo no se trata de un acto sensorial, sino de un fenómeno relacional complejo en el que la identidad del otro se desdibuja y pierde relevancia.
En un plano gestáltico, partiendo del principio de figura y fondo, nos encontramos con que el otro se manifiesta como el “suplidor” de las necesidades personales del enamorado en el aquí y ahora, convirtiéndose en la figura, disminuyendo “la importancia” de otros aspectos los cuales serán desplazados hacia el fondo.
Lo que no sabe el enamorado, es que después la ilusión desaparecerá encontrándose con la realidad, que no es más que ver al otro tal cual como es. Podría decirse entonces que cuando desaparece la ilusión, cuando termina la fase de enamoramiento, aparece la primera crisis dentro de la pareja. En un primer momento el encuentro entre dos personas es pasional, desbordante, incontenible, hasta el punto de llegar a ser irracional, las emociones invaden a los actores de la historia amorosa. Durante un tiempo casi no pueden ni pensar, eso es el enamoramiento.
Cuando una persona se enamora en realidad no ve al otro en su totalidad, sino que el otro funciona como una pantalla donde el enamorado proyecta sus aspectos idealizados. Por tanto es preferible construir la relación sobre la base de los sentimientos que sobre la base del enamoramiento, pues los sentimientos a diferencia de las pasiones son más duraderos y están anclados a la percepción de la realidad externa. La construcción del amor empieza cuando se puede ver a la persona que se tiene al frente, cuando se descubre al otro. Es allí cuando el amor reemplaza al enamoramiento. Enamorarse es amar las coincidencias, y amar, enamorarse de las diferencias (Bucay y Salinas, 2000). Generalmente al estar enamorados los miembros de la pareja, ambos desde sus distintos roles, comienzan a crearse expectativas con relación al vínculo.
Las expectativas
Fritz Pearls escribió la siguiente plegaria que decía: “Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo. / No estoy en este mundo para satisfacer tus esperanzas, ni estás tú en este mundo para satisfacer las mías. / Tú eres tú y yo soy yo, si por casualidad nos encontramos, es hermoso; si no, nada puede evitarlo”.
Bucay y Salinas (2000) dicen que cuando se establece una relación de pareja, se hace un pacto inconsciente en donde la mujer espera que el hombre sea el padre incondicional que no va a abandonarla y el hombre a su vez, espera que la mujer lo acepte incondicionalmente. Cuando éstas expectativas no se cumplen, (pues es imposible que el otro satisfaga las necesidades individuales) y específicamente las carencias afectivas provenientes de las familias de origen, comienzan los miembros de la pareja a culparse el uno al otro. Hellinger (1996) diferencia la forma en que un hombre y una mujer deben darse amor. Sólo existe un amor que es incondicional y es el que está dirigido desde los padres hacia los hijos, y esto a veces ni siquiera se cumple.
Cuando se pretende que la pareja supla esa carencia el juego tiende a complicarse. Por su parte Linares y Campo (2002) expresan que las relaciones establecidas con las figuras parentales serán determinantes en la relación de pareja. Por tanto es imprescindible que cada uno de los miembros de una pareja tenga claro éste factor, delimitando claramente que tu pareja, no es precisamente tu padre o tu madre, citando Hellinger (1996): “Según una bella palabra de la Biblia, a través de la consumación del amor el hombre abandona al padre y a la madre, adhiriéndose a su mujer, y los dos se hacen una sola carne. Lo mismo vale también para la mujer. A ésta imagen le corresponde un proceso en el alma que por sus efectos experimentados como real, ya que crea un vínculo que resulta indisoluble y por tanto, irrepetible, aunque nosotros lo quisiéramos de otra manera...”, éste abandono de las figuras parentales se refiere a un abandono con todas las de la ley, en donde el hijo o la hija ha resuelto sus carencias, siendo lo suficientemente maduro para satisfacer sus necesidades personales para así poder compartir con el otro desde un rol de adulto... Sin embargo ello resulta difícil, cuestión que se confirma en muchas de las parejas que solicitan terapia cuando la solicitan, pues cuando van es por que la cosa está en sus compases finales.
En otro orden de ideas, dentro de las expectativas Linares y Campo (2002) especifican dos tipos más de expectativas, el primero en torno a la jerarquía, definidas por el estilo comunicacional dentro de la pareja, bien sea simétrico o complementario y el segundo en torno a los proyectos básicos.
Las expectativas en torno a las jerarquías se inclinan hacia el ejercicio del poder dentro de la pareja, aunque no guste es inevitable no caer en ese juego. La propuesta de Linares y Campo (2002) es definir la relación, poner las reglas del juego desde un principio. Sin embargo llegar a ese nivel, requiere “estar al día consigo mismo”, saber que ninguna persona está a nuestra entera disposición, ni mucho menos hacer lo que queramos. ¿Cuántas personas reclaman porque su pareja no hace las cosas de la manera que ellos piensan es la correcta?, ¿Cuántos casos existen en que uno de ellos “pasan factura” cuando no se cumplen sus expectativas?, ¿Cuántas formas existen de ejercer control sobre el otro, desde una simple palabra hasta la ausencia de relaciones sexuales (contenido analógico y digital)?, ¿La competitividad dentro de la pareja? Estar al día consigo mismo, requiere entre otras cosas, tener la capacidad de metacomunicar, de tener claro cuales son las necesidades individuales y de pareja, y saber hasta dónde el otro es capaz de dar y hasta dónde no. El objetivo final no es precisamente ganarle la partida al otro, ni tampoco dejar en manos del otro toda la responsabilidad, es buscar, obtener una satisfacción y un bienestar máximo para los dos, ¿cómo lograrlo?, Sólo a través de un trabajo de toma de conciencia, trabajo personal.
En cuanto a las expectativas relacionadas con los proyectos básicos entran en juego diversas variables, entre ellas: el nivel educativo, aspiraciones laborales y personales, valores, creencias, etc. todas orientadas hacia determinado fin. Al haber desacuerdo en uno o más de éstos factores, puede llegar a convertirse en un criadero de malos entendidos y malestar dentro de la pareja. Debe haber un proyecto en conjunto, algo en común que los una, desde la película que verán juntos el sábado en la noche, hasta la casa en donde van a vivir, eso no es precisamente fácil, pues también hay que tener en cuenta el espacio individual de los miembros de la pareja, el cual es necesario respetarlo, no invadirlo, en resumidas cuentas poder llegar a negociar (Linares y Campo, 2002).
Roles
Dentro del vínculo de pareja, cada miembro juega desde su rol, bien sea masculino o femenino, Hellinger (1996, pág, 107) dice:
“Al hombre le atrae la mujer porque como hombre le falta la mujer. Y la mujer se siente atraída por el hombre porque como mujer le falta el hombre, ya que lo masculino está referido a lo femenino. Por tanto, el hombre, para ser hombre, necesita a la mujer. Y lo femenino está referido a lo masculino, por lo que la mujer, para ser mujer, necesita al hombre. Así, pues, el hombre, sólo se hace hombre tomando a una mujer por pareja, y la mujer sólo se hace mujer tomando a un hombre por pareja. Sólo cuando el hombre convierte a una mujer en su mujer y la tiene como mujer, y sólo cuando la mujer convierte a un hombre en su hombre y lo tiene como hombre, son hombre y mujer, y ese hombre y esa mujer se convierten en pareja.
Por tanto, en primer lugar, es propio de los órdenes del amor entre el hombre y la mujer que el hombre quiera a la mujer como mujer, y que la mujer quiera al hombre como hombre. En cambio, cuando en una relación de pareja el hombre y la mujer se quieren más por otros motivos, por ejemplo, para divertirse o para asegurarse el sustento, o porque el otro sea rico o pobre, culto o sencillo, católico o protestante, porque quieren conquistarlo o protegerlo o mejorarlo o salvarlo, o porque, como se suele decir, lo quieren como padre o madre de sus hijos, el fundamento está edificado sobre arena, y la manzana ya lleva el gusano”.
Al parecer, Hellinger se aproxima a la pareja desde la valoración de los roles y de las personas femeninas y masculinas, no desde un punto de vista social, el cual asigna roles a cada uno de sus miembros (la mayoría impuestos), sino más bien, lo masculino desde la masculinidad en bruto, y lo femenino desde la feminidad en bruto, la propuesta del autor es más filosófica que otra cosa, sin embargo hay aspectos que son discutibles dentro de un marco social, pues es una realidad la evolución que ha sufrido la sociedad actual en cuanto a estos roles, existen muchos estudios de género, por tanto es indudable que ha cambiado la estructura de la familia en nuestros tiempos, y ni hablar de las nuevas tendencias homosexuales y lésbicas sobre todo en sociedades del primer mundo.
Con respecto a los estudios de género, a mi parecer creo que están pasados de moda, es dormitivo caer en discusiones de género cuando a trabajo de pareja se refiere, por tanto, creo que ello conlleva a replantearse los temas de género y de asignación de roles en un plano más funcional, más pragmático, sin descuidar asumir la masculinidad y feminidad dentro de un ámbito individual, o por lo menos lograr una integración de éstos dos polos que están presentes en todos los individuos, que es lo que pretende psicoterapias como la jungiana y la gestáltica. También es básico valorar a tu pareja en lo que es, como persona, como hombre o como mujer, esto vale también para temas de integración, ver a la persona en lo que es, mujer u hombre de cualquier nacionalidad, recordando lo enriquecedor que son las diferencias.
Desarrollo de la vida en pareja
La terapia familiar a modo de sistematizar el estudio de las familias, ha concebido a las mismas como un organismo vivo el cual transita por un proceso evolutivo. Autores como Minuchin (1981) han diferenciado los distintos ciclos evolutivos de la familia, entre ellos están: la formación de la pareja, la familia con hijos pequeños, la familia con hijos en edad escolar o adolescentes, la familia con hijos adultos, etc., etc.
En cada una de estas etapas del ciclo vital de la familia, la pareja puede experimentar conflictos. Linares y Campo (2002) han identificado algunos focos de crisis que pueden desarrollarse a la par del ciclo vital de la familia, y lo han definido como el desarrollo de la vida en pareja, y son: el manejo del espacio y del tiempo libre, las tareas domésticas, la sociabilidad, la profesión y el trabajo, la crianza de los hijos y la economía. Durante el desarrollo de la vida en pareja, supone reconocer y respetar las diferencias personales en todas las áreas nombradas, tomando en cuenta los valores y creencias del otro, así como también el espacio individual.
Separación, Infidelidad y Celos
Cualquier inconveniente en alguno de los factores nombrados puede generar una separación, los motivos para separarse pueden ser de distinta índole, siendo a veces la mejor solución.
Linares y Campo (2002) comentan al respecto que un divorcio oportuno es mejor que un matrimonio artificialmente sostenido, cuestión que a la larga es más saludable para los hijos (en caso de que existan) y para los cónyuges. Sin embargo no deja de ser un proceso doloroso, dónde es necesario elaborar el duelo de la mejor manera, y la mejor manera es la menos dañina, ideal sería relacionarse mientras las cosas se dan bien, compartes y si ha llegado el momento de partir porque los caminos se separan en una encrucijada, dices adiós con mucha gratitud por lo que el otro ha significado para ti, por todos los gozos y placeres y todos los hermosos momentos que has compartido con él o ella, sin sufrimiento, sin dolor, simplemente te separas. Pero muchas veces no es así, hay quienes negándose a separarse y aferrándose a una convivencia agonizante cuando todos los indicativos señalan la irreversible degradación de la pareja, buscan como “pasarle la factura al otro”, ejemplos, las famosas triangulaciones de los hijos, los divorcios en donde frases como las siguientes son comunes: “te quito la casa, el coche, el televisor, y el florero que compré en Navidad”, cuyo único objetivo aparente es buscar desesperadamente una victoria que deje al otro lo más maltrecho posible, en vez de crear las condiciones que permitan disfrutar la vida. Si dejas al otro en buenas condiciones obtendrás beneficios (Linares y Campo, 2002).
En el duelo de la separación, la imagen de sí mismo puede verse afectada, generando percepciones muy distorsionadas de fracaso, culpa, engaño, etc. De allí la lucha por ganarle al otro. Recordando que somos humanos y no ángeles, al parecer las cosas irracionales suelen ser la norma, sino es bueno ver un panorama de lo que pasa a nivel mundial, ¿sí se matan pueblos enteros por petróleo, porque sorprenderse cuando una persona le hace la vida imposible a otra por un florero?, Éste fenómeno parece ser que es inherente a la naturaleza humana. Bucay y Salinas (2000) dicen que en muchos casos de separación el problema no se encuentra en la relación de uno con el otro sino en asuntos no resueltos de uno de ellos (o de los dos) con su propio pasado; sino, ¿porque tantas separaciones traumáticas, y el terror a quedarse sólo?
Sin embargo y por más paradójico que suene, es necesario agradecerle a esa persona de quien te separas, sí pretendes establecer otra relación, pues frente a la primera relación, ambos compañeros experimentan la segunda como una culpa, incluso cuando la primera pareja murió, ya que la primera separación de la primera pareja tan solo es posible a través de nuestra propia muerte. Una segunda relación únicamente se logra cuando el vínculo con la primera pareja es reconocido y valorado, y cuando los nuevos compañeros saben que siguen pospuestos a los anteriores y en deuda con ellos (Hellinger, 1996). Aquí caemos en el terreno de los celos.
Según Linares y Campo (2002), los celos comportan un intento desesperado y condenado al fracaso de controlar al otro imponiéndole una valoración que, en el fondo, no se cree merecer. También es una forma en que uno de los miembros muestra su inseguridad ante la relación, sin embargo, bajo un enfoque relacional, para que exista un celoso, es necesario que haya alguien que propicie los celos, ellos dependen de la manera en que se establece la relación. No siempre se es la persona más hermosa, ni inteligente, ni divertida en el mundo, aquí el narcisismo no tiene cabida, la respuesta ante los celos está en confiar en la pareja, no en el otro miembro de la pareja, sino en lo que se construya en conjunto, y si existen los celos tienen que verse como un síntoma dentro de la relación al igual que la infidelidad. Los celos y la infidelidad no son más que síntomas de una crisis dentro de la pareja, generalmente determinada por los factores antes explicados.
En cuanto a la infidelidad hay mucho que decir, por tanto, se limitará a exponer que aunque parezca mentira, el mismo acto infiel no es tan importante como lo que hay detrás del acto, y lo que hay detrás tiene que ver con problemas individuales de alguno o de los dos miembros de la pareja o con alguno de los aspectos antes mencionados, es más una forma de “pasarle factura al otro”, además se puede ser infiel no necesariamente llevándose a alguien a la cama, cualquier intrusión de un tercero dentro de la relación de pareja puede considerarse una infidelidad, puede ser un amigo, la familia de origen, el trabajo, sin embargo generalmente está asociada con el sexo y éste último es el factor más vulnerable dentro de la relación de pareja al momento de una crisis.
Al respecto Bucay y Salinas (2000) dicen que “es sólo una creencia muy reciente que amor, sexo y matrimonio deben encontrarse en la misma persona. Somos los primeros que tratamos de juntar el amor romántico, la pasión sexual y un compromiso marital monógamo en un solo acuerdo llamado matrimonio”, cosa que me hace pensar que el matrimonio es un concepto que debería redefinirse. Más que creer en el matrimonio, es preferible creer en la pareja.
No todo está escrito en cuanto a relaciones de pareja se refiere, la naturaleza humana no deja de sorprender a quienes trabajamos con personas y específicamente con Familias. A veces los finales no son felices, otras veces, puede que sí, sin embargo todo final es lo mejor que puede pasar. Dicen por ahí que todo es válido en la guerra y el amor. Para aquellos que pretendemos trabajar con parejas en un futuro, debemos estar preparados para revivir aquellos momentos buenos, trabajar con los malos y confiar en aquellos que están comprometidos con su salud “mental”. El que pretenda trabajar con parejas, debe confiar en esa cursilería llamada “crecimiento personal”, a fin de cuentas, es el único vínculo donde el individuo tiene la oportunidad de crecer, es una gran oportunidad para aprender, para compartir y para observarse a sí mismo, pues como se dijo ya, es el mejor y más cruel de los espejos.
Bibliografía
Allen, W. (1977). Annie Hall. |
Bucay, J & Salinas, S. (2000). Amar con los ojos abiertos. Océano. Buenos Aires. |
Masson, s.a. (1995). DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. |
Hellinger, B. (1996). El centro se distingue por su levedad. Herder Barcelona. |
Linares, J.L. & Campo, C. (2002). Sobrevivir a la pareja. Paidos. Barcelona. |
Minuchin, S. (1974). Familias y terapia familiar. Gedisa Editorial. Barcelona |