La Ley y la Cultura Judía

 Por:

María Auxiliadora Rodríguez A.

 

La historia de ningún pueblo está tan estrechamente vinculada a su religión, como la del pueblo judío. Según su teología, sólo el pueblo judío fue llamado por Dios a seguirle incondicionalmente, mediante la alianza que habían establecido. De ahí que éste sea el único pueblo, que como nación desempeña un papel en la Historia Sagrada. Sólo este pueblo debe su origen y existencia a la voluntad de Dios.

 

El principio de la historia judía surgió con la elección de Abraham  y la promesa hecha a éste por Dios (siglo XVII a.C. aprox.). La conversión de Israel en nación se cumplió en los años del cautiverio egipcio, durante la marcha por el desierto y el asentamiento en Palestina. El éxodo se calcula que ocurrió entre los años 1220 y 1180 a.C., y es en este tiempo, cuando se produce el suceso decisivo de la historia judía, la revelación de Dios en el Sinaí y la entrega de la Torá[1] a Israel, con lo cual Dios renovó la alianza hecha con Abraham, extendiéndola al pueblo entero.

 

El pueblo judío cobró conciencia de sí mismo en el momento de su elección, pues se percató de que su Dios es el Creador, y al que está sometido todo el universo. Pero como los pueblos vecinos no conocían a este Dios, sino que poseían dioses locales, Israel se vio a sí mismo como el pueblo elegido, cuya historia viene determinada por su singular relación con el único Dios. Esta fue la causa de la aparición del ministerio de los profetas y jueces, quienes eran los portadores y mensajeros de la palabra divina a Israel y en Israel.

 

La  ley judaica está conformada por la Torá y el Talmud, dando forma a un conjunto de códigos que permiten que el judaísmo sea considerado, más allá de una religión, como aquellas normas que regulan el comportamiento de las personas que conforman la comunidad. Este sistema, que proviene de la palabra divina, designa la particularidad de dicha cultura frente al resto del mundo.

 

La ley define el pecado, la falta a cometer, y existe en la medida que existe el deseo de hacer aquello que prohibe. Cuando Moisés escapa al desierto con el pueblo elegido recibe directamente de Dios (que es aquel que todo lo puede) aquellas normas de vida que debían ser cumplidas por todos y que limitan la realización del deseo.

 

Entonces pronunció Dios todas estas palabras diciendo: ‘Yo, Yahveh,  soy tu Dios que te he sacado del país de Egipto de la casa de servidumbre...’

No habrá para ti otros dioses delante de mí.

No te harás escultura ni imagen alguna de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra.

No te postrarás ante ellas ni les darás culto, porque yo Yahveh, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, y tengo misericordia por millares con los que me aman y guardan mis mandamientos.

No tomarás en falso el nombre de Yahveh, tu Dios; porque Yahveh no dejará sin castigo a quien toma su nombre en falso.

Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para Yahveh, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en tu ciudad. Pues en seis días hizo Yahveh el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahveh el día sábado y lo hizo sagrado.

Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que Yahveh, tu Dios, te va a dar

No matarás.

No cometerás adulterio.

No robarás.

No darás testimonio falso contra tu prójimo

No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo. (Ex 20, 1 – 17)

 

Esta es la ley que marcará a la sociedad judía rígidamente, y a la occidental en general. Al respecto Hugo Dvotskin (2000) nos dice:

Nuestra primera puntuación será remarcar la inexistencia del "no" fuera del campo del lenguaje. En el campo natural las cosas existen. No hay cosas que no existan. Los objetos están. En el caso que no estén, no faltan. En la Naturaleza no hay lugar para la negatividad, sólo lo hay para lo ónticamente posible, lo ónticamente existente. En cambio en el campo de la ley se marca en el inicio de los Diez Mandamientos el "no", que efectivamente es una marca del lenguaje... Articulamos con este "no", un primer elemento de la estructura de la Ley y a la vez un primer argumento de una polémica que nos acompañará a lo largo del Seminario entre Ley y Derecho Natural: la Ley requiere del "no", la Naturaleza ignora esta formulación.

 

Es precisamente esta ley la  que da origen a la cultura, la que diferencia al ser humano de los animales y que se introduce mediante el lenguaje (en este caso queda inscrito sobre la piedra). Al igual que ocurre en el niño con la introducción de la metáfora paterna, el Nombre de Dios atraviesa al pueblo judío, haciéndolo el elegido para la salvación eterna.

... el fruto prohibido, el goce de comer el fruto prohibido, arriesga la estructura formal de la ley por la ley. Ley que articula el dabar (la cosa) con el daber (la palabra) manteniendo al sujeto alejado de la Cosa como condición de existencia de la palabra. Ley articuladora de lo imaginario del objeto con lo simbólico de la palabra y lo real de la Cosa imposible. (Schoffer y Wechsler, 1993, p.104)

 

Es así como se produce un salto fundante en la cultura, la superación de la idolatría, de la adoración de ídolos con valor en ellos mismos, aceptando a un Dios que sólo se manifiesta  por medio de la palabra. Es el paso del Dios – cosa  a la palabra de Dios, de la imagen de Dios a los símbolos de la cultura, de lo imaginario a lo simbólico (Schoffer y Wechsler, 1993.). Al respecto Lacan (1990) nos dice:

... la eliminación de la función de lo imaginario[2] se ofrece a mi mirada, y pienso, a la vuestra también, como el principio de la relación con lo simbólico, en el sentido de lo que entendemos, es decir todo, con la palabra. Éste encuentra ahí su condición principal. (p. 101)

 

Es la palabra de Dios la que sirve de puente entre el deseo de completud del pueblo elegido y Él Mismo, es aquella que promete el paraíso, la tierra,  el maná, pero al mismo tiempo, la que prohibe y castiga. Él es Aquél que no permite que el hombre ose ser como Él, quiera ser Él. Tal como ocurre en el núcleo familiar en donde el padre es al mismo tiempo el benefactor y el que prohibe, el que promete y castiga, la punta del triángulo edípico.

 

Entender cómo se articula la ley en la cultura judía como relación del sujeto con el Otro, nos permite aproximarnos al concepto de Ley en psicoanálisis y a la función paterna. Partimos del hecho de que la cultura occidental tiene un basamento judeo – cristiano y que como tal comparte un conjunto de normas reguladoras de vida referidas al gran Otro. Es dentro de esta cultura donde surge, se desarrolla y se reescribe el psicoanálisis.

 

La Ley es la palabra normativa del deseo, está anudada al campo de lo simbólico y marca la función especular del otro en el sujeto. Esta Ley que marca la dinámica del grupo familiar, y que se juega constantemente dentro de este micromundo, responde a su vez a una ley moral que rige la sociedad y la cultura, y cuya base se encuentra también en la prohibición fundamental, en la interdicción del incesto. Al respecto Lacan (1990) nos dice: “La Ley actúa en el orden de la cultura. La Ley tiene como consecuencia el excluir siempre el incesto fundamental, el incesto hijo – madre, que es aquel que Freud enfatiza” (p.85)

 

Ahora bien, la pregunta por la Ley en la cultura judía trae consigo un matiz particular. Si bien es cierto, que el niño judío no se diferencia mucho del islámico o del cristiano en la introyección de una primera Ley establecida por el Nombre del Padre, en la medida que crece va a encontrar un conjunto de restricciones y normas muy particulares, que lo harán pertenecer a esta cultura que se mueve dentro de una cultura más amplia como lo es la occidental. Este sujeto debe asumir en el orden  de sus acciones un conjunto de elementos que conforman la Ley Moral que permitirán que tome una actitud ética ante la vida. Surge así una doble Ley que debe ser seguida, y que coincide en algunos aspectos con la del resto de las culturas, pero que  también impone otras restricciones.  Restricciones que vienen dada a partir de la tradición familiar y que constituyen la particularidad del pueblo judío. En relación a ello dice Lacan (1972):

La referencia a la experiencia de la comunidad como la sustancia de ese discurso no resuelve nada. Pues esa experiencia toma su dimensión esencial en la tradición que instaura ese discurso. Es tradición, mucho antes de que se inscriba en ella el drama histórico, funda las estructuras elementales de la cultura. Y esas estructuras mismas revelan una ordenación de los intercambios que, aún cuando fuese inconsciente, es concebible fuera de las permutaciones que autoriza el  lenguaje. (p. 181)

 

Es mediante la tradición, transmitida de generación en generación desde los inicios del judaísmo, como esta cultura ha prevalecido en el tiempo. Bien lo dice Joel (1,3): “contádselo a vuestros hijos, y vuestros hijos a sus hijos, y sus hijos a la otra generación”. Y es este precepto el que ha permitido su supervivencia, uno a uno es transmitida la tradición desde la experiencia personal en el mundo del Otro, uno por uno van asumiendo el valor de ser el pueblo elegido en función de la palabra empeñada por Dios, ese Otro imposible que todo lo puede.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

  1. Dvotskin, H. (2000). Ley y Psicoanálisis. Acheronta, 11. Obtenido  en noviembre de 2000, de la WWW: http://www.acheronta.org

  2. König, F. (1964). Diccionario de las Religiones. Barcelona: Herder.

  3. La Biblia de Jerusalén (1975). Antiguo Testamento. Bilbao: Desclee de Brower

  4. __________________ (1975) Antiguo Testamento. Libro del Éxodo. Éxodo 20, 1-17 Bilbao: Desclee de Brower

  5. Lacan, J. (1972a). Función y campo de la Palabra. En Lacan, J. Escritos. (p. 59 – 139). México: Siglo XXI.

  6. ________ (1972b). Instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud. En Lacan, J. Escritos. (p. 179 – 213). México: Siglo XXI

  7. _______ (1990). Seminario 7: La Ética del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós

  8. Schoffer, D y Wechsler, E. (1993). La metáfora milenaria: una lectura psicoanalítica de la Biblia. Buenos Aires: Paidós

 


[1] Traducir Torá por ley no resulta del todo exacto, ya que significa además instrucción, enseñanza, rebasando el concepto actual de Ley.

[2] Hace referencia a los ídolos y figuras representativas en el judaísmo (becerro de oro)