Indígenas:

cuando el cine

repercute

en la sociedad     

Por:

Vicente Ulive Schnell

 

    La película controversial de Rachid Bouchareb, ganadora de la palma de oro de interpretación en el último festival de Cannes, ha logrado lo increíble: Hacer que la sociedad francesa cuestione su pasado e incluso aumente la pensión de los antiguos combatientes africanos, congelada desde 1947.

La historia francesa es una historia colonial, de imperialismo y brutalidad, al igual que cualquier otra. La relación con los países “magrebinos” del norte de África –Marruecos, Tunes y Argelia- y sus secuelas: suburbios y carros quemados, debates sobre el velo y demás; no puede ser entendida sin aludir a este pasado colonial. La cinta de Rachid Bouchareb parece hacer esto.

   

    El hecho de que una película logre cuestionar de tal manera las bases históricas de un país y lleve incluso al gobierno a plantear la homologación de las pensiones de combatientes es algo impresionante de por sí.

 

    La película busca retratar el rol de los soldados africanos que se mataron por Francia durante la segunda guerra mundial. 340 mil combatientes venidos de Argelia, Marruecos, Senegal y Tunes jugaron un papel central –y olvidado- durante los combates. Hoy en día, cuando la inmigración toma un oscuro tono al ser objeto de debate en Europa, esta película intenta reestablecer el lugar de aquellos soldados, quienes hasta el sol de hoy cobran una pensión menor a la de los antiguos combatientes franceses.

 

    No es por nada que “Indigènes” tardó diez años en conseguir su presupuesto. Incluso al final, el director de origen magrebí todavía carecía de suficiente dinero. Jammel Debouzze, uno de los actores más populares en Francia, cobró sueldo mínimo durante la filmación y ayudó a recaudar fondos para ésta. Para que vean hasta que punto el tema era tabú para la sociedad gala.

 

    Al final, el reparto cuenta con el propio Debouzze (lo recordarán por Amélie Poulain) y Sami Naceri (el protagonista de “Taxi” –la original y francesa) y logró coronarse con el premio de actuación en Cannes, cuando la película todavía era vista con algo de escepticismo.

 

    El filme ha logrado no sólo retomar el debate sobre las pensiones de los retirados (quedan poco más de ochenta mil hoy en día), sino también revisar algunas nociones históricas. Como el hecho de que los argelinos se sintieran traicionados por Francia luego de luchar por su liberación de los nazis y luego estallara la guerra de Argelia. Uno de sus protagonistas, Ahmed Ben Bella, será justamente un soldado distinguido con una medalla militar por su actuación en Monte Casino, quien liderará la insurrección argelina y luego será presidente de su país.

    Sin este tipo de reflexiones, no se puede entender de dónde viene la cólera de los neo-indigentes de Francia: los nietos de los combatientes, excluidos y apilados en suburbios horrorosos en la corona de la capital. Sin tomar este capítulo de la historia, no se puede entender por qué el presidente Bouteflika de Argelia acusó a Francia de “genocida” durante la guerra de independencia. En fin, sin estas ideas, la inmigración seguirá siendo lo que es; una estúpida opción propuesta por la derecha entre inmigración “sufrida” e inmigración “escogida”.