Kant: ¿detractor de la teoría política hobbesiana?

 

 

Por:

Olga Colmenares

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     Thomas Hobbes, filósofo inglés del siglo XVII, vive tiempos donde las ciencias naturales imperan así como los conflictos políticos en su país de origen, y estas condiciones influencian la visión política concebida por el autor del hombre artificial cuyo nombre evoca a un monstruo bíblico, de proporciones tales que Dios decide matar a la hembra que originalmente había creado junto al macho, en vista de una posible aniquilación de la Tierra entera, el Leviatán hobbesiano hijo de la razón humana. Creación de un Estado monstruoso capaz de acabar con la guerra civil y asegurar la supervivencia del hombre, mientras éste cede su libertad natural y así su poder. Mediante un contrato es sellado el destino de los hombres y el nacimiento del Leviatán se hace una realidad que oculta la terrible naturaleza humana, donde “el hombre es lobo del hombre” (homo homini lupus)[1]. El modelo político contractualista creado por Hobbes, visto como la doctrina materialista más completa de su siglo, ha marcado con su establecimiento del universo a través de las leyes del mecanicismo a muchos autores posteriores que han tomado su visión y la han transformado, agregando o restado y hasta extendiendo las ideas allí expuestas. Aproximadamente un siglo después el planteamiento hobbesiano continúa siendo una influencia cuando es retomado por el filósofo alemán Immanuel Kant al proponer su teoría política, aunque no fue el tema principal de su obra es un giro interesante del modelo contractualista. Es evidente que Hobbes está presente en la filosofía política kantiana, como también es evidente que su presencia no significa una igualdad absoluta entre sus teorías. Por ello, aún es motivo que genera polémica la siguiente pregunta ¿Kant es detractor de Hobbes en lo político y más aún en cuanto a la razón y el poder dentro de lo político? Sin duda alguna, existen diferencias puntuales así como similitudes entre ambos, pero ¿son las primeras suficientes para responder de manera afirmativa a la pregunta? Esa es la respuesta que las siguientes líneas buscan al mostrar las diferencias halladas y su relevancia, mediante la comparación de lo contenido en los escritos políticos de un Kant maduro y la Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres escrita en un período anterior, El Leviatán de Hobbes y finalmente los comentarios de estudiosos de la materia como Omar Astorga, Norberto Bobbio, Leo Strauss y Hans Reiss entre otros.

     No faltaban razones a Hobbes para tener una visión pesimista de la naturaleza humana dadas la situación por la que atravesaba Inglaterra durantes esos años. Aunque no sólo se puede atribuir a ello esta visión, pues en el Leviatán es bien justificada en la “inclinación de la humanidad entera, un perpetuo e incesante afán de poder, que cesa solamente con la muerte”[2]. El hombre hobbesiano es una máquina de deseos eternamente insatisfecha y su afán de poder se convierte en una cadena infinita de obtención de medios para alcanzar fines que luego se convierten en medios y así hasta el infinito. De este afán de poder se origina la competencia que en un primer momento no está regulada y puede valerse de cualquier medio para satisfacer un deseo, pues los hombres por naturaleza son iguales y como el mismo autor dice: “De esta igualdad en cuanto a la capacidad se deriva la igualdad de esperanza respecto a la consecución de nuestros fines”[3], luego si dos hombres desean lo mismo y por su igualdad pueden tenerlo, esta situación los convierte en enemigos, pues tratan de eliminar lo que los aleja de su deseo por todos los medios de los que dispongan que pueden llegar incluso a provocar la muerte al contendiente. Dada la situación anterior, todo hombre debe estar prevenido, a la defensiva frente a enemigos potenciales, es decir frente a todos los hombres. Por otro lado, se une a esta condición una necesidad de aceptación y admiración por parte de sus congéneres, lo cual lleva a decir a Hobbes que: “Así hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia. Primera, la competencia; segunda, la desconfianza; tercera, la gloria.”[4]. La discordia entre los hombres es tal que además “no experimentan placer ninguno (sino, por el contrario, un gran desagrado) reuniéndose, cuando no existe un poder capaz de imponerse a todos ellos”, descartando así cualquier posibilidad de disposición a la sociabilidad donde la mutua desconfianza no sea la protagonista. Por otro lado, Kant comparte esta visión pesimista y algunos comentaristas piensan que llega a ser más pesimista que Hobbes, puesto que añade que la naturaleza a dispuesto al hombre contra al hombre para cumplir su plan oculto y marca así un destino inexorable a la humanidad. Además agrega, refiriéndose a los hombres, que “todo está entretejido por la torpeza, la vanidad pueril y, con frecuencia, por la maldad y el afán de destrucción igualmente pueriles”[5]. Aparece también el concepto de la insociable sociabilidad que no es más que la “la inclinación que los llevará a entrar en sociedad ligada, al mismo tiempo, a una constante resistencia, que amenaza de continuo con romperla”.[6] No hay lugar a dudas, ambos comparten una idea pesimista, pero hay una distancia sutil que los separa que viene de una lectura optimista del pasaje de Kant en Idea de una Historia Universal Desde el Punto de Vista Cosmopolita, donde explica la intención de la naturaleza de utilizar las características del hombre para llevarlo a su progreso eventualmente, en cambio de que permanezca como un ser perezoso que nunca podría desarrollar los medios necesarios para alcanzar fines cada vez mayores y más exigentes. Adicionalmente, aunque el hombre esté influenciado de manera innegable por sus pasiones es preciso decir que Kant admite que posee libertad y una ley de causalidad que le permite ser en sí mismo fin y más aún el fin supremo de la naturaleza. El texto de Omar Astorga refiere la opinión de Patrick Riley que expone la concepción de la voluntad para Kant bajo la autonomía de la razón independiente de las condiciones empíricas, que para Hobbes son las que determinan la voluntad, siguiendo a Riley el hombre kantiano es un fin en sí mismo y un lobo simultáneamente.

     Por tanto, el hombre hobbesiano y kantiano se encuentran en un estado de naturaleza muy similar por la manera en que es caracterizado. Sin embargo, hay una diferencia leve que Kant establece partiendo del punto de la no contradicción del estado natural y el estado civil como sucede en Hobbes cuya preocupación es la guerra de todos contra todos. En cambio, la preocupación del primero viene del derecho de propiedad que existe en el estado de naturaleza de manera privada, ya que no puede haber una cosa que sea susceptible de tener un dueño y no lo tenga, pues no existe “la cosa de nadie” como señala Omar Astorga en Orígenes del Pensamiento de Kant. Por lo cual hay en Kant una condición jurídica de la propiedad en el estado de naturaleza. El problema es que viene representado por el derecho privado y no hay un garante de su cumplimiento, pues como bien decía Hobbes todos los hombres son iguales, así no hay nada superior a ellos que regule el derecho. La necesidad de garantizar la propiedad es lo que encierra la justificación para salir del estado de naturaleza y la ausencia de la garantía es lo que lleva a la guerra planteada en la teoría hobbesiana. Es necesario advertir la coincidencia de los pensadores en plantear un Estado que esté provisto de coacción como una condición fundamental, aunque la llegada a este punto de convergencia es a través de vías diferentes. Entonces hay en Kant una necesidad de salir del estado natural, justificada por las condiciones de dicho estado así como es planteado igualmente por Hobbes, pero además encuentra una justificación en la razón.

     La idea de la razón es otra que marca una distancia importante entre las teorías, pues para Hobbes “no es sino un cómputo (es decir, suma y sustracción) de las consecuencias de los nombres generales convenidos para la caracterización y significación de nuestros pensamientos”[7] y agrega que “se revela que la razón no es, como el sentimiento y la memoria, innata en nosotros, ni adquirida por la experiencia solamente, como la prudencia, sino alcanzada por el esfuerzo”[8]. Para Kant la razón es algo distinto que no es posible reducir a un mero cálculo y sobre todo es considerada como herencia de la especie humana, “consiste en la facultad de ampliar las reglas e intenciones del uso de todas las fuerzas más allá del instinto natural”[9]. Más aún en el tercer principio de la Idea de una Historia Desde el Punto de Vista Cosmopolita establece que “La naturaleza ha querido que el hombre saque enteramente de sí mismo todo lo que lo lleva más allá de la ordenación mecánica de la existencia animal, y que no participe de otra felicidad o perfección, fuera de la que él mismo, libre de instinto, se haya procurado mediante la propia razón”[10]. Además, dentro del marco político, Kant distingue dos usos de la razón, público y privado, el primer uso garantiza la ilustración de los ciudadanos y el segundo es un derecho inherente al ciudadano que le permite hacer críticas al soberano, no con la intención de traspasar su autoridad sino lograr cambios que traigan el progreso. A pesar de que ambos pensadores utilizan a la razón para lograr un estado de paz lo hacen de manera diferente, Hobbes señala que la opinión pública debe ser controlada por el Estado y su descontrol lo caracteriza como una ofensa grave que puede llegar a romper el pacto, mientras que Kant apoya la idea de la publicidad de la razón dándole el carácter de derecho inalienable a la libertad de expresión. “La diferencia entonces se halla en que el primero (Kant) hace de la libertad de expresión un instrumento jurídico y una fuente de legitimación del poder, mientras que el segundo (Hobbes) lo admite como una posibilidad que le permite al soberano rectificar sin otorgarle, no obstante, carácter jurídico a la opinión que se produzca en su contra”[11]. En definitiva, Kant plantea la salida del estado de naturaleza como una obligación que proviene de la razón, ya que no es resultado de un imperativo hipotético sino categórico, no se trata de una decisión causada sólo por una necesidad empírica sino una necesidad impulsada por la razón. Mientras que Hobbes solamente plantea la salida por necesidad y la razón como un instrumento.

     La salida de ambos autores es el contrato, por medio del cual se crea el Estado o Leviatán según sea el caso, y el modelo de estado que plantean ambos pensadores de alguna manera coinciden en una misma visión, aunque no es posible negar que hay ciertas diferencias que vale la pena destacar ya que están relacionadas con la idea de razón en la obra kantiana. Ahora bien, el contractualismo kantiano, a diferencia de Hobbes, pone al contrato originario como un fin en sí mismo, es una forma impuesta por la razón práctica que no aliena todos los derechos a un soberano absoluto. Mediante el contrato se cede la libertad externa pero en realidad no se pierde la libertad, sino se sale de la libertad salvaje para entrar en un Estado de derecho. Es importante señalar que siempre se identifica al Estado con un estado de derecho donde el hombre es visto de tres maneras diferentes cada una con un principio a priori que la acompaña: en cuanto hombre es libre, como súbdito es igual a cualquiera y como ciudadano tiene autonomía. Si bien es cierto que el estado kantiano resultante es tan rígido como el de Hobbes y en última instancia no puede ser juzgado por un individuo, para el primero la ley es el mandato soberano del pueblo y sólo por medio de la razón es posible que las leyes tengan validez y sean producto de un consenso universal de sus contenidos, es decir si dicha ley es un imperativo categórico ningún ser racional puede contradecirla; para el segundo el soberano está por encima de la ley, así pues la manifestación del poder del Estado difiere. ¿Una vez “firmado” el contrato originario no hay manera de romperlo si el Estado no cumple con su parte? En el caso de Hobbes pareciera que como el Estado está por encima de la ley nadie nunca es capaz de establecer una ruptura, lo cual fue previsto, ya que el filósofo establece que el soberano tiene el deber de proteger el bien común y preservar la paz, y los individuos pueden sentirse traicionados[12] por su Leviatán si no cumple, lo cual implica una rebelión y volver al estado de naturaleza y guerra latente de todos contra todos. No hay garantía en el Estado de Hobbes, al darle tan inmenso poder al Leviatán, de que provea el bienestar esperado, pues sólo él puede decir lo que es justo e injusto. Kant va un paso más allá gracias a que la base de su Estado es en parte la razón, y da la posibilidad al ciudadano de expresar su opinión y el soberano está en el deber de prestar atención, sino podría ser interpretado como que odia a los individuos y termina por dañarse a sí mismo. Otra de las variaciones del Estado concebido por Kant se encuentra ligada al concepto de libertad, la cual es considerada en su definición positiva y está ligada a la libertad personal y el libre albedrío como la capacidad que tiene la razón de ser práctica y permitir la autolegislación de un individuo, y esto es lo que precisamente los distingue como fines en sí mismos como antes era mencionado, aunque es necesario decir en este punto que reconoce esta clase de libertad como un potencial que aún no se ha desarrollado y en el plano político bien establece que el poder legislativo sólo puede corresponder a la voluntad unido del pueblo y eso es lo que expresa el contrato, pero en la práctica la razón no ha alcanzado dicho punto por lo cual se justifica la fuerza de coacción presente en el Estado kantiano. En Hobbes se observa una libertad negativa dentro de la concepción mecanicista como la ausencia de impedimentos para los movimientos provocados por los deseos o apetitos que controlan a un individuo que carece de libre albedrío, el ejercicio de esta clase de libertad es la que hace imposible la convivencia y la necesidad del ente regulador del que provienen las leyes, y es así como la libertad gana sus límites y se hace negativa.

     Los individuos van a convenir a la manera hobbesiana en un pacto que da a luz al monstruo que regulara la ley y garantizará el derecho a la vida y hasta el bienestar. Sin embargo, la argumentación de Hobbes en cuanto a la salida del estado de naturaleza no permite establecer de manera clara qué pasará entre los Leviatanes[13], pues si se toma la solución de Hobbes hay que crear algo que sea más poderoso que el propio Leviatán y para ello todos los Leviatanes deberían ceder su libertad y hacer un pacto, lo cual es una contradicción evidente a la caracterización que el autor hace del Estado. Por ello, los Estados sí permanecen en el estado de naturaleza, donde se espera un ataque y hay que estar siempre a la defensiva y en lucha constante por obtener los fines deseados, y esto a su vez trae una serie de consecuencias para el individuo que al momento de una guerra entre Estados se ve obligado a la lucha y sin garantías de su derecho a la vida, porque las condiciones del pacto cambian. La anhelada paz de Hobbes en este detalle encuentra un escollo. En este sentido, Kant observa la misma circunstancia en las relaciones interestatales, pero cuenta con una ventaja que le permite proponer una solución que, aunque utópica, es un poco más cercana que la inevitable guerra que deja Hobbes en ese aspecto, ya que se plantea la idea de un derecho cosmopolita que sólo puede ser alcanzado cuando la razón llegue a la madurez tal que le permita al individuo autolegislarse y librarse de los artificios que garanticen su seguridad. Kant no termina de darle forma a esta ciudadanía mundial pero establece sus bases, es indudable que dejó abierta una posibilidad que en un futuro puede materializarse si se está de acuerdo con la idea de progreso de la humanidad también expuesta por el pensador.

     No es posible negar las diferencias que hay entre ambas teorías políticas, sobre todo desde el punto de vista de su basamento y su uso de la razón tanto en el estado de naturaleza como en el estado civil una vez logrado. Sin embargo, se sigue una línea que no permite concluir que Kant sea un detractor de Hobbes, pues el primero toma la situación planteada por el segundo y partiendo de ella, dando un giro, plantea un modelo que de igual forma lleva a un contrato que posteriormente genera un Estado, donde existe el poder de coacción para el respeto de las leyes, aunque no desde la misma perspectiva, porque quien decide lo que es justo o injusto no es el Leviatán sino las leyes que no son más que imperativos categóricos. Sin embargo, como el plan de la naturaleza que plantea Kant no ha de cumplirse de inmediato sino que tardará siglos, éste requiere de muchos ensayos y sus errores correspondientes, porque la razón aún no ha alcanzado la madurez suficiente como para ser garante por sí misma del cumplimiento de las leyes. Así pues, las diferencias cruciales entre Kant y Hobbes pueden concentrarse en su base del Estado civil a partir de la razón, su uso posterior de la razón del ciudadano dentro del Estado dándole el derecho a la libertad de expresión y a la crítica, cómo se expresa el poder del Estado y hasta donde llega. Finalmente, en cuanto a la relación entre los Estados el modelo de Hobbes no permite dar una salida al estado de naturaleza por lo tanto se permanece en una tensión de guerra constante, ya que no hay una tercera instancia que medie entre los Leviatanes pues perderían su libertad lo que contradice su concepción. Mientras que Kant con la salida del estado de naturaleza que emplea, es capaz de proponer otra solución y es la idea cosmopolita que no tiene una forma definitiva en sus escritos, pero es la expresión de su idea de progreso. 

     En conclusión, debido al modelo visto desde la perspectiva práctica hay que decir que la influencia de Hobbes es patente y notoria, pues las coincidencias son muchas y podrían considerarse suficientes como para asegurar que Kant es un continuador de Hobbes. Sin embargo, esta conclusión no puede afirmarse tan a la ligera, pues la forma en que Kant transforma el modelo político de Hobbes establece una distancia; el giro es como se ha visto a lo largo de estas líneas la intervención de la razón como inherente al hombre y que como tal implica una serie de consecuencias que no permiten que el contractualismo kantiano sea una continuación del hobbesiano. Por otro lado, esta idea de la razón no contradice los postulados expresados por Hobbes en su teoría política, por tanto no hay bases suficientes para concluir que Kant es un detractor de Hobbes. Sólo es posible concluir la evidente y contundente presencia de Hobbes en Kant, hasta en una forma transitiva por medio de Rousseau.


 

[1] Thomas Hobbes. De Cive. Disponible en la World Wide Web:  http://www.constitution.org/th/decive00.htm

[2] Thomas Hobbes. Leviatán o La Materia, Forma y Poder de una República Eclesiástica y Civil. Fondo de Cultura Económica. México. 1994. p 79. Capítulo XI De la Diferencia de Maneras.

[3] Ibid. p. 101. Capítulo XIII De la Condición Natural del Género Humano, en lo que Concierne a su Felicidad y su Miseria

[4] Ibid. p 102. Capítulo XIII De la Condición Natural del Género Humano, en lo que Concierne a su Felicidad y su Miseria

[5] Immanuel Kant. La Filosofía de la Historia. Idea de una Historia Universal Desde el Punto de Vista Cosmopolita. P. 40

[6] Ibid. p. 44

[7] Op. Cit. Thomas Hobbes. Leviatán. p. 33. Capítulo V De la Razón y de la Ciencia.

[8] Ibid. p. 36

[9] Op. Cit. Immanuel Kant. Filosofía de la Historia. p. 41

[10] Ibid. p. 42

[11] Omar Astorga. Orígenes del Pensamiento de Kant. p. 85

[12] Esta traición puede suceder cuando se ve afecto el derecho a la vida. También Hobbes contemplaba el derecho al bienestar.

[13] Recordar como se relato al principio la decisión de Dios de permitir la existencia de un único Leviatán por temor a que su inmenso poder multiplicado aniquilara la Tierra.