Carácter Apofántico de las Categorías Aristotélicas

 

Por:

Antonio Alvarez

Universidad Central de Venezuela

 

1.        Parménides o el instrumento ontológico por excelencia.

 

Manuel García Morente en sus Lecciones preliminares de filosofía, llama a este venerable anciano el “príncipe de la metafísica”, y con justa razón, ya que el fue el primero en emprender el proyecto de determinación del Ser, mediante el pensamiento, sin recurrir a nada más que lo que le dictara el propio pensamiento.

 

Lo que encontró al ponerse solo a pensar y no sentir, al Ser, fue al ser mismo que coincidía con su propio pensamiento, porque de no ser así sólo nos quedaría el cambiante mundo de la apariencia, siempre en movimiento, sin posibilidad de estabilización, y menos aun sin poder afirmar nada de lo que es, perdidos y errantes como “monstruos bicéfalos.”

 

De manera que el proyecto comenzado por él, requerirá cegarse a los sentidos y sólo ver mentalmente y  ¿qué es lo que queda de dicha violencia?,  ¿qué fue lo que vio con ojos mentales? Pues al propio Ser, ¿y como podrá ver algo que no pueda acoplarse íntegramente con la potencias del ver mental? Así que una vez puesto sólo a pensar descubrió o hizo ver a la luz que: “el pensar y el ser son una y la misma cosa”[1],  porque que de no ser de esa manera ¿cómo  hallar el pensar y cómo hallar el ser? Pues deberá haber una identidad inmediata entre aquello por lo que hay pensamiento y entre aquello que se piensa. El uno sin el otro no son posibles, no se halla el Ser sin el Pensar, ni el Pensar sin el Ser.

 

Por lo tanto si al  pensar le atribuimos la capacidad de pensamiento correcto (válido), será el aspecto lógico de su doctrina y el Ser será el aspecto óntico de la misma. Por óntico entenderé aquello que le es propio a algo; y que a su vez será también lógico, porque lo que es algo propio de algo deberá ser igual a si mismo para poder afirmarlo de ello, porque sino no se podría acoplar al pensar, de manera que el Ser es lo onto-lógico mismo o lo que es lo mismo las propiedades esenciales del Ser serán también las propiedades esenciales del Pensar. Siendo entonces las propiedades del Ser-Pensar: unicidad, eternidad, inmutabilidad, inmovilidad e infinitud podemos colegir que el verbo ser, nos pondrá en plan de pensar las cosas en aquello que tengan de inmutable, único, inmóvil, eterno, etc., es decir en lo que tengan de inteligibles las cosas. Pero es claro y patente ante ojos sensibles que ninguna cosa podrá tener dichas características, ya que ellas son todo lo contrario, es decir, son múltiples, cambiantes, movibles, perecederas y finitas, por lo que si usamos de dicho instrumento de manera rigurosa podemos decir con García Bacca que: “Y tal vez el primer experimento que la mente hizo fue el de la campana neumática absoluta de Parménides. Hagamos funcionar la bomba aspirante y abstrayente de movilidad, mutabilidad; irán saliendo, expelido, lo no idéntico, lo múltiple, lo mutable – las invisibles y movientes moléculas de las cosas; la mente se vaciará de hombre, planta, animal, dios, cielo, luna, agua…; a la campanilla del lenguaje se le va extinguiendo a cada paso, a cada aspiración la voz: y no podrá ya ir diciendo: animal, racional, hombre, dioses, cielo… sino cuerpo, sustancia, atributo y con unas aspiraciones mas y expulsiones de lo no aun absolutamente, idéntico, inmutable, permanente, todo … llegara el momento en que el lenguaje no diga ya nada, no pueda articular palabra, se le ahogue la voz.”[2] Por lo que al sólo pensar lo pensable, es decir, el Ser, no nos quedan cosas de las cuales hablar porque usando este instrumento de esta forma, significa que el Ser, poseería extensión univoca, se remitiría a las cosas de una sola manera lo que no nos permite hablar, ni pensar dichas cosas sensibles.

 

Por lo que el proyecto parmenídico de colocarse en plan de puro Pensar el Ser tendrá que rellenarse con cosas, plan realizado con éxito por su alumno histórico indirecto: Aristóteles, el cual nos dirá que el ser se dice de muchas maneras (en un principio parecerá que contradice a su maestro), pero con referencia a algo único: “El nombre ente (ser) tiene muchos significados pero todos ellos en relación con algo único y con una naturaleza única.”[3] Aquello único a lo que se referirá será aquello que tenga las propiedades del Ser, que a su vez, no se diga unívocamente sino análogamente, es decir, con referencia a  la sustancia (ousía). Punto que no desarrollaré en esta parte y concluyo este apartado con estas palabras acerca de Parménides: “La palabra sustancia no se da en sus sucesores inmediatos pero el concepto ya está implícito en sus especulaciones. Se suponía que una sustancia era el sujeto persistente de predicados variables. Y así llegó a ser y fue durante más de dos mil años una de las concepciones fundamentales de la filosofía.”[4]

 

2.        Plurivocidad y Paronismo del verbo Ser.

 

En el apartado anterior, habíamos hecho mención de la imposibilidad que se presenta al predicar de manera unívoca, el verbo ser, ya que de hacerlo así no podríamos hablar de las cosas patentes ante nuestras potencias naturales, es decir, las cosas que se nos presentan ante nuestros sentidos de forma inmediata, por lo que se hace necesario que desbrocemos los conceptos con los cuales se inicia el tratado de las categorías.

 

Hay ciertos predicados que se dicen de manera unívoca, es decir, el significado es igual, para todos aquellos individuos que entren en algún género, como por ejemplo el predicado gato, que se dirá no solo de mi mascota sino de todos aquellos que sean gatos, sin preferencia por éste a aquel. Pero hay otro término que su significación no podrá ser unívoca, sino al contrario, será homónima, como es el concepto Ser, ya que este no se dice de igual manera para todos los entes sino con preferencia por éste o aquel: “Se llaman homónimas las cosas cuyo nombre es lo único que tiene  en común, mientras que el correspondiente enunciado de la entidad es distinto.”[5]

 

Por lo cual se necesitan, de tener esta acepción el verbo ser, varios significantes y significados, es decir, varios términos y que expresen las cosas significadas, ya que Ser, son las cosas en sí mismas y también ser serán las restantes nueve categorías, de donde colegimos que el ser será un concepto de predicación análoga, es decir, centrado en un individuo del cual se dirán las restantes categorías, con preeminencia de aquel del cual se dice lo demás, aunque todas ellas significarán ser: “Las significaciones del ente por sí están en relación con los tipos de categorías. Pues hay tantas maneras de decir ente como hay modos de categorías. Algunas predicaciones significan lo que es; otras, cualidad; otras, cantidad; otras relación; otras, hacer y padecer; otras lugar; otras tiempo, porque en cada unas de estas el ser significa lo mismo.”[6] Por donde afirmamos que el Ser, no es un concepto de significación unívoca, es decir, que signifique siempre lo mismo, sino que es un concepto de significación homónima, es decir, se dirá de tantas maneras como se manifieste el ser.

 

Ahora bien, para que Aristóteles pudiera realizar su proyecto de predicación o significación homónima del concepto ser, necesitó de una palabra ya forjada por su idioma, que expresa, de alguna manera toda su filosofía, en tanto es considerada como ontología (estructura del ser), que una vez hecha ésta le permitirá dar razón del conocimiento de dicha estructura. Dicho término es la ousía (sustancia), la cual es la forma parónima de la palabra on (ser): “Se llaman parónimas todas las cosas que reciben su denominación a partir de algo, con una diferencia en la inflexión, v.g.: el gramático a partir de la gramática, y el valiente a partir de la valentía.” Siendo dicha inflexión una voz de fuerza que realza la importancia de pronunciar la palabra Ser, pero de forma parónima, lo que da como resultado una significación con preeminencia sobre el simple Ser, siendo  el Ser que esta siendo y donde todo lo demás esta también siendo, es decir, el subs-trato donde todo lo demás acontece, estableciendo la diferencia entre el ser en sí y el ser en otro, lo cual significa el ser que estará ostentado lo que de por sí es en su estructura interna, es decir, “lo suyo propio” (ousía) y el accidente (symbebekós), es decir, “el que va con otro”: “Entonces el accidente es lo que ha ocurrido o lo que existe, pero no en cuanto el mismo, sino en cuanto otro…También se llama accidente todo lo que se da en algo sin que le pertenezca por sí a la ousía.”[7]

 

Así que una vez que hemos aclarado el término del cual se predicara todo lo demás es necesario que nos introduzcamos en su estructura, es decir, la estructura de la sustancia como ente privilegiado sobre el cual todo lo demás girará, y estableceremos también en que medida el accidente hace resaltar aquello sobre lo cual tiene su existencia y también la manera de hacer develar la estructura que de  por sí ostenta la sustancia, mediante la sustancia segunda, es decir, la apóphansis, como estructura elemental de la definición.

 

3.        La sustancia, el ser por antonomasia.

 

A pesar de que el vocablo sustancia no expresa toda la significación parónima del verbo ser, expuesta en el apartado anterior, no tenemos mas remedio que usarla, ya que ese fue el significado que le dio la tradición latina, de la cual, indirectamente procedemos y de la que somos deudores históricos-vitales.

 

Ahora bien hecha esta aclaración, bien vale la pena que sigamos el mismo itinerario realizado por Aristóteles al exponer la problemática de la sustancia en el tratado de las categorías, por lo que empecemos:

 

3.1    De las cosas que existen y que se dicen de los sujetos.

 

Los términos se dicen unos sin combinación y otros combinados; los primeros no poseerán la forma S es P, ya que no afirmaran ni negaran nada de un sujeto. Las segundas como veremos son todas aquellos términos que afirmamos o negamos de algo.

 

Pues de las cosas que existen y se dicen de los sujetos podemos formar cuatro combinaciones: la primera es lo que se dice de un sujeto sin que este en sujeto alguno, por ejemplo la definición que se hace de alguna cosa, abarca extensionalmente todos los sujetos que entren  en ese género, pero sin preferencia por éste o aquel, es decir, se trata de una predicación esencial

 

Luego, están las cosas que están en un sujeto, sin que se digan de ninguno, que vendrían siendo los accidentes que le ocurren a los sujetos, y que sin el substrato no existen, y que no se podrán decir de todos los sujetos, por lo que su extensión (la del término, como por ejemplo, el  color blanco) se extenderá a todas aquellas cosas que posean la blancura.

 

Tercero, están aquellas que se dicen de los sujetos  y están en los sujetos, que serán aquellos términos que si bien no son definitorios, cuando se hallan en un sujeto se podrán decir de todos aquellos que la posean, como  lo es la propiedad de algo en algo.

 

Por último y mas importante serán las cosas que no están ni se dicen de sujeto alguno, que vendrían siendo las sustancias, ya que, de ellas se predica tanto su definición como sus accidentes y todo lo demás está en ellas sin estar ella en ninguno.

 

Por donde se puede observar que las categorías serán términos derivados de las palabras con los cuales se puede significar algo, estableciendo así una relación directa entre las palabras y sus significados, es decir las cosas, pero no nos adelantemos y continuemos.

 

3.2    ¿Qué es una categoría?

 

Aristóteles nos da la siguiente definición: “Cada una de las cosas que se dicen fuera de toda combinación, o bien significa una entidad, o bien un cuanto, o un cual, o un respecto a algo, o un donde, o un cuando, o un hallarse situado, o un estar, o un hacer, o un padecer”, que pueden entenderse con el siguiente ejemplo:

 

Entidad (sustancia): Sócrates; cualidad: filósofo; cantidad: un metro setenta y cinco; relación: maestro de Platón; lugar: en el Ágora; tiempo: a mediodía; situación: de pie; posesión: un manto raído; acción: hablando; pasión: sometido a burlas.

 

De manera que desde este punto de vista las categorías serán los géneros supremos desde los cuales podemos comprender cualquier tipo de ente que se nos presente ante nosotros,  ya que conforman la estructura ontológica del ente mismo. Pero cobrarán su importancia en la medida que las prediquemos de algo, es decir formemos una proposición acerca de la sustancia, creando así una afirmación o una negación, es decir, de lo que la cosa es o no es; o lo que es lo mismo, la verdad o falsedad, que radicará en que si dicha afirmación se adecuará o hará relucir lo que la cosa es, o en palabras de García Bacca: “La lógica del heleno Aristóteles – visual nato-, se centra en la apóphansis; y apóphansis viene de pháinetai es decir de pháos; de luz. Así que apóphansis significa aparición luminosa  de una idea en ciertas palabras –“fosfema verbal”; teniendo lugar tal aparición luminosa (pháos) de lo visible por antonomasia que son las ideas (eidos, idéin), cuando se disponen de cierta manera ciertas palabras.” [8] Por lo que las palabras serán aquellos instrumentos ontológicos por excelencia, ya que ellas pueden expresar todo lo que es.

 

Por lo que si bien en un primer plano se nos presentan las categorías como puras formas abstractas, servirán como puente o enlace con las cosas concretas ya que las explicarán, porque dichas cosas concretas son  lo que expresan las categorías, de manera que pasamos desde los mas abstracto, aprisionando en sus justos limites a lo concreto, ya que las propias categorías son conceptos formales, vacíos de cualquier contenido, pero con la posibilidad de rellenarse de aquellos que le correspondan, y lo harán con verdad, cuando tomen la forma de una proposición, condición sine qua non para la verdad; y ésta se logra cuando se forma una proposición afirmativa positiva (katáphasis).

 

3.3    La sustancia

 

Aristóteles coloca en primer lugar entre el número de las categorías a la sustancia (entidad u ousía), que aunque propiamente no es una categoría sino que es aquella que permite la predicación accidental que conforma al ser categorial, quedando la predicación esencial, es decir, la que devela lo que es intrínsecamente algo, como una sustancia también, pero subordinada a la sustancia concreta, que es la única que propiamente deberá llamarse sustancia, pero no nos adelantemos y procuremos analizar lo que nos plantea el mismo Aristóteles.

 

“Entidad, la así llamada con más propiedad, más primariamente y en más alto grado, es aquella que, ni se dice de un sujeto, ni está en un sujeto v.g.: el hombre individual o el caballo individual.”[9] Por lo que Aristóteles establece como aquello en lo que no está contenido todo lo que es un género y una diferencia especifica, agotándolos en su existencia, sino que al contrario el género y la diferencia se dirán del sujeto, que es quien no se dice de ningún otro, de donde colegimos que la sustancia es el sujeto de la proposición y todo lo que se diga de ella, será un predicado esencial o accidental, por lo cual ella es el sujeto de múltiples predicaciones, siendo sólo una la que la develara su ser, es decir, dirá lo que esa cosa, es decir, dirá su definición, que es lo mismo que decir su esencia (eidos); y ello se lleva a cabo por: “Se llaman entidades secundarias las especies a las que pertenecen las entidades primariamente así llamadas, tanto esas especies como sus géneros; v.g.: el hombre individual pertenece a la especie hombre, y el genero de dicha especie es animal; así, pues, estas entidades se llaman secundarias, v.g.: el hombre y el animal.”[10]

 

De manera que la sustancia segunda será aquello que muestre a haga salir a luz lo que una cosa es de por sí: “Verosímilmente, después de las entidades primarias sólo las especies y los géneros, de entre las demás cosas, se llaman entidades secundarias; pues sólo ellas entre los predicados muestran la entidad primaria.”[11] Siendo esto con verdad, cuando dicha definición se adecue perfectamente con lo que la cosa es, por lo que podemos decir junto a los hermanos Kneale: “Si la sustancia primera es el sujeto básico de la predicación, todas las verdades básicas, revestirán la forma “Esto (una sustancia primera) es así y así”, debiendo las restantes considerarse derivadas o dependientes de aquellas”[12] y aquello que decimos como verdad básica será la esencia de las cosas, las cuales poseerán las propiedades del ser parmenídico, el cual Aristóteles logró llenar con éxito la abstracción absoluta y necesaria, con el concreto contingente y cambiante , pudiendo al mismo tiempo hablar de las propias contingencias  y de aquello que subyace a las mismas, es decir la ousía.  

 

BIBLIOGRAFÍA

 

  1. ARISTÓTELES; Tratados de lógica (Organon), tomo I; Madrid; editorial Gredos; 1982.

  2. ARISTÓTELES; Metafísica; Buenos Aires; editorial Sudamericana; 2000.

  3. GARCÍA BACCA, J.D; Historia filosófica de la ciencia; México; editorial UNAM; 1963.

  4. GARCÍA BACCA, J.D; Lecciones de historia de la filosofía, tomo I; Caracas; editorial UCV; 1972.

  5. PARMÉNIDES; Fragmentos; Barcelona; editorial Orbis; 1983.

  6. RUSSELL, BERTRAND; Historia de la filosofía occidental, tomo I; Madrid; editorial Espasa Calpe; 1999.


 

[1] Parménides: Sobre la naturaleza, III

[2] García Bacca, J.D: Lecciones de Historia de la Filosofía, p 157

[3] Met., IV, 2, 1003ª, 33 ss.

[4] Russell, Bertrand: Historia de la Filosofía Occidental, pp. 90

[5] Cat., I, 1ª

[6] Met., V, 7, 1017ª ss.

[7] Met., V, 30, 1025ª 28 ss.

[8] García Bacca, J.D: Historia filosófica de la ciencia, p 120

[9] Cat., V, 2ª,  11 ss.

[10] Ibid., V, 2ª, 14 ss.

[11] Ibid., V, 2b, 30 ss.

[12] Kneale, W y M: El desarrollo de la lógica, p 29